Desde el mismísimo Adán en adelante, las relaciones de todo hijo con su padre han sido conflictivas. La cuestión de la construcción de la propia identidad es sin dudas compleja, y una de las primeras actitudes de diferenciación o separación es la rebeldía irracional. Esto resulta claro si ponemos bajo la lupa situaciones de individuos particulares, pero también es posible hacer una extensión analógica hacia otros entes, como por ejemplo las sociedades.
Nos vamos a encontrar con que muchas de las actitudes de rebeldía filial son más forzadas que reales, y denotan una situación emocional de inestabilidad o ansiedad que lleva a querer mostrar o marcar diferencias que en la realidad no existen como tales.
Creo que ello sucede con nuestras sociedades latinoamericanas. Es moneda común en nuestros días (y también políticamente correcto) renegar de nuestras raíces culturales occidentales. A esto lo podemos leer y escuchar con cierta asiduidad: algunos viejos próceres son acusados de "genocidas", de ladrones de territorio de los habitantes originales, asesinos, etc. Aún así, muchos de quienes profieren tales definiciones no encuentran contradicción en ser ellos mismos titulares de vastas extensiones de esa tierra americana. Si tanto les repugna la conquista, por que no devuelven esos terrenos a las comunidades de indígenas, cabe preguntarse.
En todo caso, todo esto demuestra que el interrogante sobre la identidad de las sociedades lationamericanas está aún abierto. Si bien nadie podrá negar que la nuestra ha sido una de las sociedades pioneras en el pluralismo racial o étnico, nuestros países exhiben elementos culturales muy importantes que resultan uniformes a lo largo y ancho del sub-continente. Uno de ellos es el idioma y otro, -más fuerte aún-, la religión.
Abrazamos como lengua materna casi cuatrocientos millones de seres humanos desde el Río Grande hasta la Tierra del Fuego al idioma "castellano" o más impropiamente "español". Este vehículo cultural nos permite comunicarnos con facilidad en lugares tan distantes como Guadalajara, Valparaíso o Santo Domingo. Este idioma, impuesto por los "castellanos" a toda la península ibérica, nos resulta natural, familiar, nativo, propio, nuestro. Por cierto, muy poca relación tiene con los dialectos de los aborígenes americanos, sino que es de raíz románica, derivada del latín vulgar o indoeuropeo según los expertos en filología. Pensemos que la lengua materna nos determina la forma de pensar, razonar, e incluso verbalizar nuestros sentimientos. Y todo esto lo hacemos en un código claramente occidental. ¿Podemos renegar de nuestra herencia occidental con tanta ligereza teniendo en cuenta este dato?.
Aún más general es el rasgo "identitario" occidental cuando nos detenemos en la Religión. La forma "Católica Apostólica Romana" del Cristianismo es abrumadoramente mayoritaria en toda la región. Independientemente que un individuo latinoamericano pueda o no comulgar con la fe católica, será difícil negar que toda su cultura esta embebida de contenidos propios de dicha fe. De las religiones autóctonas de los antiguos habitantes del continente seguramente vamos a encontrar elementos propios que luego se amalgamaron a la fe cristiana. Pero en todo caso, vamos a verificar que la sustancia, el núcleo central de la liturgia y las creencias son aquellas surgidas hace ya dos mil años en una remota región del entonces Imperio Romano y desarrolladas en el continente europeo.
Muchos de aquellos que reniegan del Ex Presidente Julio A Roca y no dudan en cometer actos de vandalismo contra sus estatuas, luego van a ejercer su espiritualidad en algún templo católico o cristiano mostrando con sus actos que su forma de vida es occidental. Con esto de ninguna manera pretendo justificar excesos y/o atrocidades cometidas por los conquistadores o expedicionarios europeos luego del "descubrimiento" de América, sino sólo poner de manifiesto algunas serias incongruencia de algunos inconformistas.
Todo ello ha quedado en profunda evidencia con la asunción del Papa Francisco, el primero con raíces "latinoamericanas". Algunos líderes que reivindican la identidad latinoamericana como algo distinto y separado a occidente olvidaron espontáneamente su retórica al explotar en lágrimas y emoción auténtica al ser recibidos por el Vicario de Cristo, el Obispo de Roma. La imagen de Rafael Correa junto a su madre, recibiendo con enorme alegría la bendición del Papa vale más que miles de líneas escritas para renegar de la herencia occidental. Ese pequeño gesto demostró ante toda la humanidad que no existe una diferencia tan marcada ni tan profunda entre Latinoamérica y Occidente. En todo caso, patentizó una situación dada cuando el joven aquieta su rebeldía y luego de reflexionar descubre que su propia individualidad de ningún modo fue, es, ni será amenazada por reconocer aquellos rasgos heredados o que comparte con su progenitor. Seamos orgullosos hijos de Occidente, terminemos con la "zoncera" de buscar culpables de todos nuestros problemas en la conquista, en la colonia, o en los arbitrariamente tildados "de afuera". Ellos no son sino nuestros propios antecesores. Esta actitud adolescente y rebelde de renegar de nuestras raíces, simulando o impostando otra identidad que nos es ajena, solo retrasará el camino de progresos y éxitos que tenemos por delante.
Patricio E. Gazze
3 comentarios:
Genial Patito, me siento identificado...
No solo lo de Correa. El propio gobierno venezolano, con Chávez aún a la cabeza, mantenía buen cuidado de no alterar la relación con Roma. Muestra de la inconsistencia era su gran cercanía, a la vez, con el gobierno iraní. No obstante esto, siempre me llama la atención la construcción de diferentes mitos, en el plano religioso o en el plano político.
Coincido plenamente. Celebro q hayas expuesto esa reflexión con tanta claridad.
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