domingo, 28 de noviembre de 2010

Un mes sin Kirchner: la oportunidad de un cambio.




Hace un mes, en plena jornada de Censo Nacional, fallecía el ex-presidente Néstor C. Kirchner. Su repentina e inesperada partida conmocionó fuertemente a la opinión pública y a la dirigencia política nacional. Encontrándose en dicho momento ejerciendo funciones como Secretario General de la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR), la noticia también causó repercusiones a nivel internacional: evidencia de ello fue la concurrencia a su funeral de siete Presidentes de Sudamérica, de todos los colores y extracciones políticas.

Sin lugar a dudas, el ex-Presidente dejará una gran huella en la historia argentina como una de las figuras protagónicas de la década. Continuó con el cambio de modelo que había comenzado en el interregno de Duhalde, ayudó notablemente a reconstruir la autoridad institucional que había quedado fuertemente dañada luego de la estrepitosa caída del gobierno de De la Rúa, y promovió grandes cambios en todos los aspectos. En la economía favoreció un tipo de cambio competitivo, supo mantener una política de superavits de balanza comercial, llevó adelante una agresiva renegociación de la deuda externa y desoyó la tutela de organismos internacionales como el FMI. En lo institucional, forzó un recambio en la Corte Suprema de Justicia de la Nación (altamente cuestionada en ese entonces), promovió la reapertura de los juicios por delitos de violación a los derechos humanos a los integrantes de la Dictadura, y frenó el proceso privatizador, recuperando algunas empresas estatales como Correos Argentinos.

Pero más allá de los aspectos positivos y negativos (inflación, sospechas de adulteración de índices oficiales, etc.), el ex-Presidente construyó una nueva fuerza política con capacidad de gestión que continuó su Sra. esposa, la actual Presidente Cristina Fernandez. Por el peso de su figura, la "sombra" de Kirchner siempre estuvo presente en la forma que el público percibió la Administración de Cristina.

El gobierno de la primera mujer elegida como Presidente de nuestro país comenzó con una grave crisis desatada en virtud de un cambio en el régimen de derechos de exportación a los cereales (que implicaba una considerable elevación de las tasas), exacerbada por una pésima campaña de comunicación. Luego de quedar severamente debilitado su gobierno y dañada su imagen en la opinión pública, en lugar de replegarse, Cristina se embarcó una audaz agenda de gobierno que promovió cambios aún más radicales que los ocurridos en la presidencia de su marido. Así, se gestaron (y se aprobaron) la re-estatización del Sistema Previsional, la Ley de Medios Audiovisuales y la ley de Matrimonio Igualitario. Néstor Kirchner, lejos de mantener un perfil bajo, fue un gran combatiente en todas esas luchas y quizás el ideólogo e impulsor principal de las mismas.

Ese estilo combativo y confrontativo, posiblemente se forjó en los primeros años de su gestión, al encontrarse en una situación de debilidad política que requería de medidas extremas y golpes de efecto que lo ayuden a posicionarse. En efecto, Kirchner asumió la presidencia con el porcentaje más bajo de votos de la historia, pesaba tras de sí el "padrinazgo" de Eduardo Duhalde, y carecía base propia de legisladores y funcionarios. Estaba todo por construírse. El desastre de la crisis del campo, sumado a las grandes batallas libradas a posteriori, acentuaron aún más dicho estilo.

Como todas las situaciones límite que definen el carácter y la personalidad de los seres humanos, aquellos días en los cuales la necesidad requería una forma agresiva y una lógica dicotómica de construcción, dejaron una marca indeleble en su persona dificultando en gran medida un cambio hacia una posición más moderada.

Su muerte causó una gran conmoción, sin dudas. Al igual que con el paso a la eternidad del Ex-presidente Alfonsín, tanto la opinión pública como sus adversarios redimensionaron sus aspectos positivos y dejaron en segundo plano las críticas. El multitudinario funeral de Estado dió un claro ejemplo del resurgimiento de su imagen. El efecto positivo alcanzó a su viuda. De un magro 30% de imagen positiva, las últimas encuestas arrojan guarismos cercanos al 60%.

La muerte desde siempre ha configurado el gran enigma existencial de cada uno de los seres humanos. Consciente o inconscientemente nos pega en lo más profundo de nuestro ser. Y del mismo modo, la muerte de un regente, o de un miembro de la familia de un regente también lo hace. Este paradigma o arquetipo es tan profundo y tan arraigado en nuestra cultura que dificilmente podamos analizarlo en la totalidad de su complejidad.

La imagen o arquetipo de la viuda regente, está dotada de una gran fuerza y simbolismo. Evoca en primer lugar a la Diosa egipcia Isis, quien con amor y fidelidad lloraba a su difunto esposo Osiris, y velaba por su resurreción. De éste modo, la cuestión de la feminidad deja de percibirse como un factor y pasa a ser un elemento de fortaleza (en la medida que demuestre templanza, devoción y dulzura). No sólo dentro del paganismo encontramos símbolos que apoyan a Cristina. También dentro de la liturgia cristiana existen fuertes imágenes femeninas que dan cuenta de ésta situación.

La Virgen María, mujer signada por la tragedia de haber perdido a su propio Hijo, había sido fecundada por el mismo Dios, con lo cual su situación se asemeja en gran medida a la de una Viuda: era madre sin la presencia terrenal del padre. Latinoamérica y en especial nuestras clases populares rinden especial culto y devoción a la Virgen Dolorosa: quizás en el dolor de la Virgen nuestro pueblo se identifica el evocar las numerosas injusticias y pérdidas sufridas a lo largo de su historia. La devoción mariana por otra parte, quizás haya sido una manera de resignificar y adaptarse a la nueva forma de percepción de la trascendencia tomando elementos preexistentes. Los cultos pre-hispánicos que dedicaban especial importancia a la "Pachamama" o madre tierra primordial, posiblemente encontraron y transmutaron dicha fe en la fe y amor hacia la Virgen.

A éstos arquetipos, deben sumarse los sentimientos de empatía natural en cada ser humano. De ésta manera, la viudez de Cristina provocó algo que pocos días antes de la muerte de su marido era impensado: una especie de re-conexión en su carácter humano. Su tragedia personal logró renovar los vínculos entre ella y la gente, que en lugar de percibirla distante, hablando siempre el púlpito, aleccionando con su discurso e incluso con cierto grado de soberbia -como retando-, pudo verla en su dimensión más humana: también era mujer, madre, esposa, viuda.

En éste mes sin Kirchner, Cristina ha dado señales que parecieran indicar que tomó nota de ésta situación: los medios ya apuntan que aún habiendo tenido intensa actividad, no nombró al Grupo Clarín ni ha endilgado las duras críticas a los sectores que solía hacer. Fuera de lo discursivo, se decidió el regreso del FMI, se han dado señales de preocupación por el INDEC, se ha reabierto la exportación de maíz, y se ha avanzado para un acuerdo con el Club de París. También es importante un mínimo -pero real- distanciamiento con el ultra-cuestionado líder de la CGT, Hugo Moyano.

Que éstos indicios constituyan verdadero cambio de concepción en el modo de ejercicio del poder y no meras concesiones sólo dependerá del tiempo. Pero las condiciones para dicho cambio resultan óptimas, por cuanto -como hemos visto- la situación actual le ha otorgado a la Presidente una fuerza que le permitirá llevar adelante una modificación y una transición de un modelo confrontativo hacia un modelo de construcción basado en el consenso y en el diálogo.

Patricio E. Gazze

jueves, 7 de octubre de 2010

Maradona y la argentinidad

La interesante nota editorial del Diario el Pais titulada "Maradona como metáfora Argentina" ha generado una importante repercusión cibernética y mediática en estos días. Entre los comentaristas de la referida pieza, encontramos adherentes plenos y casi ciegos a su contenido y detractores virulentos que en lugar de aprovechar la oportunidad para el análisis, reaccionan con un fuerte contraataque arguyendo un interés ideológico.

Por su crudeza, agudez y quizás una cuota de acidez, genera en el lector argentino sentimientos encontrados; desde la indignación y rechazo, hasta el sentimiento de fatalidad y resignación que nos provoca la idea de ser "incorregibles", e incluso un poco de vergüenza por el modo en el cúal somos vistos en el viejo continente -aspecto de gran peso para una cultura decididamente eurófila-.

En una postura intermedia, considero rescatable la enorme capacidad de dichas líneas para generar la chispa de la reflexión y de la autocrítica. Desde ya adelanto que en mi humilde opinión encuentro un poco excesivo el paralelismo: los argentinos no somos sólo "El Diego", sino que además integran nuestro ser colectivo los Cesar Milstein, Borges, Alicia Moreau de Justo, Bernardo Houssay, Perez Esquivel, por decir sólo un pequeño número de emblemáticos, puesto que si hay algo que nuestra tierra ha generado es mentes brillantes, que han contribuido en las artes y las ciencias.

Aún así, resulta algo precipitado encarnar en una sóla persona todo lo negativo, lo malo, contradictorio del "ser Argentino". Esa manera de identificar los defectos de la "argentinidad" con lo "maradoniano" resulta injusto; asocia lo malo en una personalidad cuya formación no permitiría un más profunda evolución dados sus condicionamientos socio-económicos-culturales. Diego Maradona nació en un ambiente sumamente adverso, no tuvo oportunidad de una educación de calidad, y por ende, no es justo hacer recaer sobre su persona -víctima de la complejidad de sus dramas íntimos y personales- la totalidad de los errores, defectos o patrones de conducta que se repiten en las más elevadas y cultas élites argentinas. Entre esos defectos comunes, podemos señalar la cultura de la "coima", de la "soberbia", del "sálvese quien pueda", de la falta de escrúpulos y ética en los negocios y la política, la cultura del personalismo, la desmesura, la deificación, de la intolerancia con las ideas del otro, e incluso la visión futbolística de la realidad. Por visión futbolística interpreto la forma maniquea de entender las cosas, de la cual a diario nos ilustra de modo claro nuestra clase política (visión de la cual como ciudadanos participamos y consumimos). Desde "Braden o Perón" hasta "Kirchner o Magnetto" hemos venido profundizando esa manera tan equivocada de análisis de los fenómenos socio-políticos.

Por ello es destacable la sumamente valiosa idea que subyace en dicho texto: que el culto de las personalidades lleva al fracaso o para decirlo de otro modo está proponiendo la desmitificación de las personalidades. En dicha idea -en mi opinión- se encuentra la clave para dar un paso adelante y comenzar a cambiar nuestro paradigma mental, nuestra cultura. Ese cambio reviste gran importancia: los gobernantes son el fiel reflejo de la sociedad de la cual emergen, así cambiando nuestra cultura se logrará el cambio en la clase dirigencial. Obviamente que un liderazgo responsable acelerará el proceso. Si alguien está en desacuerdo, que haga el intento de coimear a un carabinero Chileno. Luego repita la experiencia en tierras argentinas. Hay que cambiar la cultura. Cuando los argentinos comencemos a pensar colectivamente primero en las instituciones, y no en las personalidades, ahí estaremos retomando el sendero hacia un mayor y más profundo progreso y desarrollo.

Es imperativo internalizar la idea de trabajar en equipo, de ser responsables en la función que nos compete, en coordinar los talentos que ha producido nuestra tierra, y de tener una cosmo visión optimista y pro activa.

Abandonando la negatividad y la idea de constante lucha solitaria, personal, sabremos aprovechar el sistema educativo que a pesar defectos ha sido pionero en Sudamérica, el capital humano y los recursos naturales nada desdeñables que yacen en nuestro país. Ha llegado la hora de aprender a trabajar en cooperación y coordinación Y tambien comprometernos, responsablemente, no "desde la tribuna" sino activamente, ya sea desde nuestro puesto de trabajo, o mejor aún participando en ONG´s, en política, en nuestro club de barrio, en las reuniones de consorcio, en lo que fuera. La premisa debe ser jugar en equipo y respetar las reglas siempre. Aquí se da el extraño fenómeno que esperamos que los demás se ajusten a las reglas, pero cuando se trata de uno mismo, toda excepción está permitida. Esto debe terminar, debemos atestar un golpe mortal a ésta idea.

El respeto al derecho del otro es la piedra fundamental del respeto al propio, y hasta que ello no cale en lo profundo de nuestro esquema mental y de nuestras conductas, seguiremos siendo eso tan complejo que los periodistas del diario El Pais califican como "maradoniano".

Patricio E. Gazze

lunes, 12 de julio de 2010

Argentina: ¿llave para desactivar el eje Irán-Venezuela?




El próximo domingo 18 de Julio se cumplirán dieciséis años del sangriento y brutal atentado terrorista que asesinó a ochenta y cinco personas e hirió a otros cientos en la sede de la Asociación Mutual Israelita Argentina (A.M.I.A.) en pleno centro de la capital Argentina.

Aquel ha sido el segundo atentado sufrido por nuestro país en la década de los 90, luego del horror del ataque a la Embajada de Israel en 1992. Quizás ambos atentados preanunciaban desde entonces una nueva etapa del terrorismo internacional que cambiaría para siempre la historia de la humanidad y comenzaría a partir del 11 de Septiembre de 2001.

En los Estados Unidos de Norteamérica, la opinión pública y la dirigencia política se mostraron unidas y firmes para responder al flagelo de los brutales acontecimientos del 9/11. Lamentablemente, la reacción oficial no fue la misma en nuestro país y quizás también hemos fracasado como ciudadanos en exigir el fin de la impunidad con mayor vehemencia. Aquí se perdieron largos años en una confusa trama judicial, la cual además de no lograr la individualización precisa de los responsables estuvo escandalosamente viciada por numerosas irregularidades que culminaron con la vergonzosa destitución del juez de la causa.

La primaria investigación judicial resultó anulada por haberse comprobado que seguía una pista falsa y "armada", debiendo la Justicia comenzar investigar de cero. Finalmente, como fruto de ésta nueva y tardía investigación, la Fiscalía encontró evidencias suficientes que indicaban como presuntos colaboradores de la masacre a funcionarios del gobierno de la Republica Islámica de Irán. Entre ellos, a su ex presidente Akbar Hashemi Rafsanjani. En 2007, INTERPOL aprobó las órdenes de captura internacional pedidas contra dichos sospechosos por las autoridades locales.

La globalización supone una nueva realidad en la cual las interacciones entre las naciones y las economías que nos obliga a ampliar el espectro de análisis. Es así que se impone la necesidad de contextualizar la presunta colaboración de los funcionarios iraníes con la política de su país en concierto internacional.

Nos encontramos entonces que quienes dirigen la República Islámica de Irán han llevado a cabo un polémico y ambicioso plan nuclear, del cual tanto sus “enemigos” occidentales y también sus aliados como Rusia dudan de su finalidad “pacífica”, basados en serias evidencias . Informes de inteligencia señalan que tras el velo de un plan nuclear destinado a la producción energética, la teocracia persa esconde instalaciones en las cuales desarrolla armas nucleares.

La reticencia ante inspecciones internacionales para comprobar que ello no suceda, es coherente con la negativa a acceder al pedido de colaboración que ha solicitado la Justicia Argentina y de INTERPOL. A ello debe sumarse que Irán nunca respondió a los enérgicos pedidos de colaboración que los presidentes Néstor Kirchner y Cristina Fernández han venido efectuando ante la Asamblea General de la ONU desde 2007 en adelante. En un gesto que sólo puede calificarse como una provocación, en 2009 Irán designó –con aprobación mayoritaria de su Parlamento- como ministro de Defensa a Ahmad Vahidi, uno los prófugos implicados en los crímenes terroristas.

Lejos de ser novedad, la relación de funcionarios iraníes en hechos ilícitos perpetrados en el exterior también fue apuntada por órganos de justicia de otros países. Así, en 1997 un tribunal de Alemania condenó a dos hombres por el asesinato de un líder kurdo iraní. En tal caso la fiscalía actuante afirmó que el crimen había sido ordenado personalmente por el ya mencionado Rafsanjani, presidente de Irán al momento del hecho. Todos estos indicios inclinan la balanza en favor de la hipótesis que señala a Irán jugando un rol activo en la propagación y financiamiento del terrorismo global.

El GAFI (Grupo de Acción Financiera Internacional contra el Lavado de Dinero), entidad intergubernamental pionera en la lucha contra los delitos económicos, señaló en su comunicado público del 25 de Febrero de 2009 que “… sigue particularmente preocupado por la falla de Irán en hacer frente al riesgo de la financiación del terrorismo y la grave amenaza que ello supone para la integridad del sistema financiero internacional…”. Evidentemente, la falta de colaboración de Irán con la Justicia Argentina no constituye un hecho aislado.

Así las cosas, resulta lamentable que la teocracia islámica haya encontrado en nuestro continente a un aliado en la persona de Hugo Chávez Frías, presidente de la república Bolivariana de Venezuela. Dicha posición denota una grave incoherencia ideológica en las relaciones internacionales de la nación caribeña. Resulta extraño que un régimen que se presenta a sí mismo como “socialista” y de izquierda entable una relación de amistad y cooperación hacia otro que se coloca en las antípodas de su ideología: un fundamentalismo religioso de extrema derecha que es abiertamente autoritario.

La cuestión no es menor, puesto que implica abrir las puertas de nuestro continente a un gobierno con graves sospechas de ser promotor del terrorismo. Además la postura de Chávez deja vía libre para que otros paises de la región sigan su camino. Recientemente otro aliado nuestro, Brasil se ha apartado de la posición de condena que predomina en el mundo occidental, para ensayar distintos tipos de acercamiento al régimen islámico, intentando cooperar en su plan nuclear "pacífico". Todo esto es muy grave, ya que resulta ingenuo suponer que la agenda iraní se va a limitar únicamente a una cooperación técnica o científica.

Esto nuevamente debe dimensionarse de acuerdo a los alcances globales. La realidad indica que Irán pronto tendrá su propia bomba atómica. Los informes de inteligencia señalan que los ingenieros iraníes sólo necesitan un poco más de tiempo para ello, puesto que ya poseen el equipamiento para fabricar el combustible de las armas, el know how para ensamblar las bombas y disponen de sistemas de misiles y navales para que sus bombas alcancen blancos fuera de sus limites.

Si Irán finalmente desarrollara a dicho armamento y además decidiera dejar el tratado de no proliferación nuclear, las ramificaciones de tal acontecimiento serían nefastas a escala global. En primer lugar daría el puntapié inicial a una carrera nuclear en una de las zonas mas inestables del planeta: El medio Oriente. Además dar una buena excusa a Israel para blanquear o desarrollar potencial nuclear, pronto las naciones islámicas árabes más poderosas buscarían su propia bomba, para contrarrestar el poderío persa. En segundo lugar, un Irán Nuclear provocaría una estampida en precios del crudo, que se dispararía a niveles insospechados. Y por último –y más grave aún-, sería la posibilidad que organizaciones terroristas accedan a través de Irán a éste tipo de Armamento de enorme poder destructivo.

Ese breve panorama nos demuestra claramente que las pretensiones imperialistas y desestabilizadoras de Irán no deberían encontrar complicidad en nuestro Continente.
Además de la búsqueda de Justicia por los hechos de la AMIA, la cooperación con la actual administración radical y fundamentalista iraní significará sólo un mundo más peligroso e inseguro.

Resulta difícil entender qué motiva a Chávez para apoyar a éste régimen, quizás sea la simple razón de molestar a su archienemigo en la retórica, los Estados Unidos de Norteamérica. Pero más allá de las cuestiones internas que determinan al líder bolivariano a ofrecer su “amistad” al tiránico régimen, lo real es que resulta funcional a un gobierno liderado por una persona cuya irracionalidad le ha llevado a afirmar que el estado de Israel debe desaparecer del mapa. Cuanto de ésta afirmación es realidad y cuanto mera retórica propagandista es sin dudas difícil de desentrañar, más no podemos darnos el lujo de esperar para averiguarlo en los hechos.

Es por ello que nuestro país, que mantiene una relación de amistad y cercanía con Venezuela, tiene la oportunidad histórica de encabezar la tarea de expulsar todo tipo de influencia del fundamentalismo radical islámico de nuestro continente. Valiéndose de su especial relación diplomática con la Republica Bolivariana, sería importante exigir una activa cooperación en el esclarecimiento del atentado terrorista de 1994, solicitando a Venezuela una definición clara y pública de solidaridad para con nuestra Nación y que condene la falta de colaboración iraní en la investigación por la A.M.I.A. Si Venezuela se declara a sí misma amiga de Argentina, debe abstenerse de cooperar con quienes entorpecen la acción de la Justicia de nuestro país o al menos instar fuertemente a su nuevo amigo para que deje de propiciar la impunidad.

Si bien nuestra Nación respeta las decisiones soberanas de cada país en materia de política exterior, la superlativa gravedad de éste caso requiere una más agresiva postura en aras de “aislar” a Irán hasta tanto no se decida a entregar a las autoridades locales a los sospechados de terrorismo. No hacerlo sería resignarse a la impunidad y a la obstrucción deliberada en la acción de la Justicia.

Los hechos de la Embajada de Israel y la A.M.I.A. nos colocaron a todos los argentinos en condición de víctimas del terrorismo. Seguramente la mayoría de la comunidad internacional respaldará una más enérgica política destinada a esclarecer aquellos repudiables y lamentables atentados. Ello nos da la autoridad moral para persuadir a la totalidad de las naciones de Sudamérica a tomar una postura unida y firme en respaldo de nuestra exigencia de Justicia y Verdad. El pueblo venezolano y el pueblo brasilero no pueden darnos la espalda a los argentinos en ésta tarea: quizás mañana sean ellos víctimas de la brutalidad terrorista. El atentado enUganda del pasado domingo atestigua que el terrorismo sigue operando. Es necesario actuar ya: Argentina puede y debe ponerse a la vanguardia en ésta parte del Mundo en la lucha contra el terrorismo. La justicia y la memoria de nuestros muertos en dichos atentados así lo exigen.


Patricio E. Gazze

Links de interés:
"Interpol aprobó los pedidos de captura contra iraníes "(La Nación)
"Acusado por la AMIA, ministro de Defensa de Irán" (BBC Mundo)
"La Corte confirmo el Caso AMIA"(pagina12)
"El Fiscal Nisman recibió apoyo de EEUU por la investigación de la AMIA "(ambito financiero)
"German court implicates Iran leaders in 92 killings" CNN World
"Iran y Venezuela de la mano" (BBC Mundo)

viernes, 4 de junio de 2010

El Bicentenario; una buena excusa para recuperar los símbolos de la Nación y establecer un nuevo punto de partida.

El pasado fin de semana largo, en el marco de las celebraciones por el bicentenario de la Revolución de Mayo, millones de argentinos tomamos las calles de cada ciudad, de cada comunidad. Esta vez, a diferencia de las últimas y recientes concentraciones masivas de ciudadanos en las calles, la espontánea actitud de una considerable cantidad de compatriotas no estuvo motivada por la ira, la angustia, la protesta, ni mucho menos por la indignación

Por el contrario, ésta vez los denominadores comunes de la jornada fueron la alegría, la esperanza, el gozo, y el sentido de pertenencia a ésta querida tierra, que hemos llamado Argentina.

Muy lejos de los pronósticos negativos y desesperanzadores que habían teñido las vísperas del festejo en los titulares de los matutinos más importantes, las pantallas de la televisión y el espacio radiofónico, la realidad encontró al 25 de mayo en medio de una verdadera fiesta. Resultaría equivocado atribuir dicho clima festivo al gobierno, o a una clase social en particular, pues se trató de un sentimiento colectivo compartido por una enorme masa crítica de individuos y ciudadanos que expresaron su voluntad de celebrar el mero hecho haber nacido o haber adoptado como hogar y como patria esta hermosa porción del Cono Sur de Latinoamérica.

De todos modos, el Estado en sus diversos estamentos ha estado a la altura de las circunstancias: la celebración nacional fue espectacular e impecable y las provincias y la ciudad autónoma también han sabido deleitar a los asistentes a los actos oficiales cargados de ingenio, emotividad y un gran valor simbólico.

Como pueblo, también hemos estado a la altura de las circunstancias: esta vez, no protagonizamos ningún tipo de incidentes, disturbios o escándalos, tampoco debimos sufrir heridos, conflictos ni peleas. Primaron la tolerancia pacífica y la alegría compartida.

Que esto sorprenda sólo puede entenderse en el marco de una sensación de violencia y conflictividad social con que se nos presenta la realidad por parte de la dirigencia política y mediática. No obstante ello, los argentinos “comunes y corrientes” hemos dado una muestra de civilidad que en lugar de sorprender, deberá en el futuro servir de inspiración para valorar nuestra realidad, confiar en nuestras potencialidades y para retomar las riendas de nuestra realidad. El hecho de habernos sorprendidos a nosotros mismos por una muestra de civilidad nos demuestra que somos capaces de actuar responsablemente y de comenzar a cambiar, de consolidar nuestras instituciones y nuestra democracia.

Dicha situación de sorpresa y así también la cuestión del hipotético “rédito político” derivado del éxito de los festejos resultan muy pequeñas, insignificantes, si las contrastamos con el cambio más trascendental y más profundo que aconteció mientras el país cantaba al unísono el himno nacional: la recuperación de los símbolos patrios, de la confianza propia en nosotros mismos y de la unidad.

Hemos asistido con júbilo, orgullo y alegría a las celebraciones patrias, entonamos en comunión las estrofas de nuestro himno nacional, hemos decorado nuestros hogares, lugares de trabajo y nuestra vestimenta con los colores patrios. Hemos visto desfilar a nuestras fuerzas armadas, en un clima de confianza y armonía, reseñando las hazañas militares y compartiendo las tristezas de las derrotas sufridas, recordamos a nuestros héroes caídos en la defensa de la patria y de la soberanía nacional, y también hemos celebrado la diversidad étnica, cultural y social que nuestra querida Argentina nos ofrece.

La recuperación de los símbolos resulta de enorme importancia, por el efecto que éstos ejercen sobre la psicología de cada individuo y en el sentimiento colectivo de pertenencia. La construcción de nuestro futuro nos exige el establecimiento de objetivos y metas, y para el éxito de nuestra empresa, será imprescindible acompañar nuestras acciones con una esperanza y optimismo en el futuro mejor que nos proponemos.

En orden a retomar el camino del desarrollo y el progreso, deberemos previamente librarnos de la mala costumbre de interpretar la realidad con una visión pesimista, negativa, escéptica, cínica, casi trágica de nuestra historia común y de nuestro presente. El tinte de pesimismo que tanto nos gusta consumir podría tener uno de sus orígenes en la forma superficial (y falsa) en la cual nos fascina relatar nuestra propia historia. Y así es que siempre estamos añorando glorias pasadas, la supuesta época en que éramos la “séptima potencia del mundo”, la gloria de la época del orden conservador, o “el granero del mundo” de principios de siglo XX. Nos hemos acostumbrado a repetir que nuestro país ha asistido impávido a ataques externos y que nuestra integridad territorial siempre se encontró en retroceso ante el avance imperialista del Brasil, el desmembramiento de territorios que constituyeron nuevos países y la voracidad por nuevos territorios de los vecinos Chilenos.

Por ello, a la recuperación de los símbolos debemos agregar la desmitificación de nuestra supuesta gloria pasada. Y ello, no por la mera frivolidad de querer destruir íconos y mitos populares, sino a los efectos de sentar las bases y emprender nuestra tarea con responsabilidad y tomando conciencia de nuestras propias capacidades.

En primer lugar, debemos despojarnos de la idea equivocada de potencia en decadencia. En efecto, nunca hemos sido potencia. Nuestra supuesta gloria se limitó a la enorme prosperidad de una pequeña porción de la población que se encontró rodeada de riquezas agropecuarias, y pretendió vivir de ellas sin desarrollar ningún tipo de industria para adicionar valor agregado a la riqueza del suelo (recordemos que la industrialización fue tardía y como reacción a la caída del sistema de comercio mundial con la crisis de 1930). Fueron invenciones foráneas las que dieron el puntapié inicial a la prosperidad; la invención del alambrado, el ferrocarril y el buque frigorífico.

La idea de “paraíso perdido” es básicamente negativa, pues el relato del fracaso que nos ofrece ejerce un efecto altamente desmoralizante: provoca en las nuevas generaciones un sentimiento de frustración, de falsa añoranza del pasado, de nostalgia inútil y hasta de desesperación. La fábula de la “Argentina potencia” se revela como un mito si somos minuciosos en nuestro análisis histórico.

Por empezar, el remoto inicio de nuestra Nación se dio cuando un extremo olvidado del Virreinato del Perú fue escindido para dar nacimiento al Virreinato del Río de la Plata. Tal medida tuvo como objetivo frenar el fuerte avance portugués sobre los dominios del litoral atlántico del Imperio Español. La humilde población de Buenos Aires se encontró repentinamente beneficiada al ser designada capital. En cierto modo, que la autoridad Imperial comenzara a destinar su atención y sus recursos a ésta parte del continente, se lo debemos en gran parte a Brasil.

La nueva capital se encontraba aislada en el medio de un enorme desierto. Carente de las tribus sedentarias que habitaban en otras partes del continente, la enorme extensión de territorio que hoy conforma nuestro país se encontraba muy escasa y dispersamente poblada. Chile, siendo muchísimo más pequeño en extensión geográfica, albergaba a una población que superaba considerablemente a la embrionaria “Argentina”.

En 1835 Chile contaba con una población que superaba el millón de habitantes, y alrededor de 1870 -época del primer Censo Nacional en nuestro país ordenado por Sarmiento- las poblaciones de Chile y Argentina eran similares, contando cada país con aproximadamente con un millón ochocientos mil habitantes. Lo cual implica que, ciento cuarenta años atrás, Chile y Argentina se encontraban igualados en cuanto a su población, mientras que hoy día nuestro país duplica la población de la vecina República de Chile.

La nueva ‘Nación’ era un gigantesco desierto despoblado, siendo sus principales ciudades fundadas por corrientes colonizadoras que provenían del Alto Perú (Santiago del Estero, Tucumán, La Rioja, Catamarca, Córdoba, Salta y Jujuy) y de Chile (Mendoza, San Luis y San Juan). Dichas poblaciones y las provincias que surgieron de ellas, serían más hijas del Perú y de Chile que de Buenos Aires –la cual tuvo que ser refundada por una corriente colonizadora proveniente del Paraguay, luego del fracaso de la primera fundación proveniente del atlántico-.

Ello nos demuestra lo equivocado del relato derrotista que además de falso esconde una enorme soberbia. La interpretación de la independencia del Paraguay o del Alto Perú como una “pérdida” por parte de la nueva entidad que sucedió al Virreinato del Río de la Plata resulta ingenua si consideramos que dichos territorios se encontraban desde hacía tiempo más poblados y con una identidad cultural mucho más fuerte que Buenos Aires. En el Alto Perú existían grandes ciudades e incluso universidades cuando en las Pampas sólo se podían encontrar reses sueltas y caseríos. Con ello en mente, Buenos Aires y la joven Argentina han sido bastante exitosas en retener bajo su órbita de influencia una extensión tan importante de territorio.

El aporte de intelectuales como Sarmiento, Alberdi o Alsina dieron al país un objetivo claro: poblar el desierto. Y la determinación de los presidentes Mitre, el propio Sarmiento, Avellaneda y Roca, la llevaron a cabo. Y quizás esa simple idea fue el primer éxito notable de la nueva república. Dicho objetivo quedó incluso plasmado en nuestra Constitución Nacional. La Carta Magna Argentina es única en el mundo al incluir un artículo que prácticamente exhorta al inmigrante europeo a venir a su territorio. La colonización masiva del desierto era el objetivo a lograr, y los hombres de antaño no escatimaron esfuerzos, incluyendo una agresiva propaganda para tentar al inmigrante garantizándole idénticos derechos que al criollo. Como complemento era necesaria una herramienta para homogeneizar el torrente foráneo: la educación pública.

Colonización masiva y educación pública fueron los dos pilares del progreso de la embrionaria nación. Pero ambos pronto se constituyeron en un factor de inestabilidad para el sistema. Los extranjeros con sus nuevas ideas traídas del viejo continente, y la educación impartida a sus hijos, pronto darían fruto a la formación de una masa crítica que comenzaría a cuestionar el sistema político, que era fuertemente elitista y cerrado. La riqueza que disfrutaba la élite comenzaba a mostrarse insuficiente para satisfacer las demandas de la floreciente población.

Quizás sea dicho momento histórico el responsable de la cristalización del concepto de “paraíso perdido” pues fue entonces cuando la propia élite comenzó a sentirse victima de sus propias iniciativas. La paradoja era clara: el cumplimiento del primer objetivo de la dirigencia (poblar el desierto, educación, desarrollo incipiente) trajo aparejado el desafío del reclamo de la mayor participación –política y económica- de los nuevos pobladores y su descendencia.

En tal contexto, es entendible que el centenario de la revolución de Mayo en 1910 fuera un momento de grandes tensiones. Estado de Sitio, Intervenciones a las provincias, y persecución política eran moneda corriente en aquella época, los historiadores Floria y García Belsunce relatan que: “…Entre 1902 y 1910 el país padeció el estado de sitio cinco veces, presentó o participó, según los casos, en una frustrada revolución radical en 1905 y la violencia ganó las calles tanto a través de la acción anarquista como de la represión policial. Los cambios operados en la estructura social, visibles en el siglo anterior producían Fuertes fisuras tanto en el sistema político como social..." (FLORIA, Carlos Alberto y GARCIA BELSUNCE, César A. “Historia de los Argentinos” Edit. LAROUSSE Pág. 741)

Entonces, tomando dicho momento crítico de la historia como punto de comparación, y a los efectos de poner de relieve el contraste, aprovecharé cambiando el eje del análisis, haciendo una comparación entre los sucesos de 2010 y 1910.

Así, una primera diferencia entre el cumpleaños 100 y el número 200 de nuestra patria la encontramos en que el segundo encontró ocupando la primera magistratura de la Nación a la Dra. Cristina Fernández de Kirchner: una mujer. El simple dato del género de quien preside la Nación resulta importantísimo si tenemos en consideración que en 1910 las mujeres no gozaban de derechos políticos y sus derechos civiles eran ínfimos. No podían elegir quien las gobernaría ni ser elegidas en cargos políticos.

Las mujeres argentinas de 1910 tendrían que esperar otros dieciséis años para que les sea reconocida por ley una ampliación de su capacidad civil, otro medio siglo más para gozar de los mismos derechos políticos que los hombres a nivel Nacional (San Juan fue pionera en 1927 con una ley que sería derogada por la dictadura de 1930) y recién hasta casi fines del siglo XX para encontrarse en situación de plena paridad legal con los hombres (cuando se equiparó la patria potestad).

Si bien el centenario encontró un país libre de esclavitud (Gracias a la asamblea del año XIII y a que el tipo de agricultura imperante no era de plantación), no podemos soslayar que ni más ni menos que la totalidad de nuestra población femenina estaba excluida del sistema político; eran esclavas de las decisiones de los hombres.

Por ello, el hecho que la Dra. Fernández de Kirchner sea la Presidenta en este Bicentenario no es para nada desdeñable, y su valor simbólico será recordado por la historia, trascendiendo la dinámica política y social que impera en nuestros días, en los cuales cuestiones coyunturales impiden una reflexión mas profunda sobre este trascendente hecho histórico. Hecho que nos remite a 1947, año en el cual la administración Perón -con la fuerza simbólica y la acción de la primera dama Eva Duarte- pudo plasmar por primera vez la igualdad en los derechos políticos entre hombres y mujeres, cuestión que había sido en primer lugar reclamada por los Socialistas y notables activistas como Alicia Moreau de Justo.

Aun así, la evolución en los derechos de las mujeres no es el único elemento positivo que nos arroja el contraste: hace 100 años, las leyes electorales permitían un sistema de fraude electoral que otorgaba a una pequeña élite el poder de elegir a los gobernantes. La democracia, era entonces casi nominal: “… En la Argentina del Centenario, sólo el 9% de la población de más de 20 años participaba en elecciones…” (FLORIA, Carlos Alberto y GARCIA BELSUNCE, César A. “Historia de los Argentinos” Edit. LAROUSSE Pág. 744)

Hoy, mas allá de las pequeñas miserias humanas que protagonizan algunos de nuestros referentes políticos y de la exageración del discurso agresivo por cuestiones mediáticas, la situación es diferente: la mayoría de la población participa en las elecciones, existe una enorme diversidad política e ideológica entre los gobernantes de las provincias y del gobierno federal, y más allá del ruido mediático, la convivencia es pacífica, no tenemos provincias intervenidas, y nuestro Congreso es plural y multipartidario. Las últimas intervenciones federales fueron ampliamente consensuadas y ayudaron a corregir situaciones de terrible gravedad institucional en las provincias de Corrientes y de Santiago del Estero.

De modo que hoy existen numerosos elementos que demuestran una evolución antes que una involución en la vida institucional de la Argentina. Los verdaderos períodos en los cuales existió un notable deterioro institucional y económico –un verdadero retroceso- fueron los nefastos golpes de estado. El “cómo” se narra la historia resulta de vital importancia para hacernos una visión macro positiva o negativa de la realidad.

Es cierto que ha muchas cuentas pendientes: el país exhibe atroces desigualdades y que hay problemas muy serios como la pobreza extrema y el desamparo, los niños de la calle, la desnutrición, la inseguridad, la corrupción, y la falta de continuidad en las políticas públicas. No obstante, todos y cada uno de esos problemas son en el fondo de naturaleza cultural. La falta de apego a las normas jurídicas, y de convivencia, encuentran como únicos responsables a cada uno de los casi 40 millones de argentinos. Entonces, el comienzo de la solución reside en tomar responsabilidad, y comenzar a hacer algo, participar, ayudar, integrar un partido político, o simplemente desde nuestros humildes lugares hacer una pequeña diferencia cumpliendo las normas, respetando al prójimo, siendo un poquito mas ordenados en todos los aspectos de nuestra vida, y también teniendo un sentido de optimismo y fe en el futuro.

En los próximos años deberemos animarnos a tomar un papel activo y audaz, revitalizando nuestra economía, cooperando entre nosotros y saliendo a competir a los mercados mundiales con nuestras empresas, nuestros productos, y tratar de establecernos como objetivo cumplir un rol protagónico en lo cultural, procurando revitalizar la herramienta que en algún momento nos dio esperanza de progreso y grandeza: la educación.

El desafío en materia educativa será transgredir nuestra fijación por el pasado, para comenzar a enfocarnos en el futuro. Para ello, habrá que abordar la educación con el objetivo de priorizar la investigación y el desarrollo. Nuestras universidades deberán acentuar éste perfil para transformarse en laboratorios de nuevas ideas, conceptos y tecnologías. El Estado y el sector privado deberán aunar esfuerzos para que las nuevas ideas y tecnologías sean integradas al sistema productivo, para que el desarrollo intelectual y científico potencie el desarrollo económico y productivo. Deberemos cuidar y apoyar el bienestar de nuestros educadores de todos los niveles, pues no tendremos educación de calidad con profesionales mal pagos y en estado de carencia.

Todo ello nos exige un cambio radical en el lugar en el cual que ubicamos la “gloria” y el “paraíso”; necesitamos imperiosamente sacarlos del pasado para colocarlos en el futuro, en el horizonte, como inspiración para trabajar, para seguir adelante y para construir el país que queremos y que nos merecemos. En lugar de llorar por el paraíso perdido, debemos proponernos trabajar por alcanzar uno nuevo, más inclusivo, para todos.

El clima de festejos y optimismo de la celebración bicentenaria es un buen indicador en tal sentido, pues nos ha ayudado a recuperar los símbolos y nos ha dado una muestra del más importante de todos: la unidad de la Nación. Nos resta la definitiva destrucción de los falsos mitos, y que establezcamos como conjunto, en unidad, como argentinos y no como facción política o social, uno o unos pocos objetivos a largo plazo. Será nuestra responsabilidad el continuar, ya que nada grande lograremos construir si previamente no conseguimos sentirnos confiados y a gusto con nuestra identidad, nuestra bandera, nuestra historia común, con nuestro pueblo trabajador, nuestros empresarios, nuestras fuerzas armadas, en fin, con nosotros mismos.


Patricio E. Gazze
Abogado.

lunes, 11 de enero de 2010

Un bicentenario complicado.


La tranquilidad del verano Argentino se vió interrumpida por un nuevo episodio de la interminable Tragicomedia que podría titularse “Oficialismo Vs. Oposición”.

El Banco Central y su valiente (o rebelde, depende del lado que se mire) Presidente, han constituido el casus belli de ésta nueva batalla épica en la cual el Bien y el Mal se enfrentan a sangre fría para definir el destino de la Republica, y porque no, de la Humanidad toda.

Los heroicos paladines defensores de la Republica, del Pueblo y de la Democracia se trenzan en una fiera pelea contra aquellos quienes, poseídos por el mismisimo Maligno, tienen la vil misión de esparcir la corrupción, la pobreza, el atraso, el delito, las adicciones y todos los males que azotan al país.

No obstante lo ridículo del relato precedente, bien puede oírse de boca de cualquiera de los contendientes de esta nueva cruzada. Una vez más, nuestra clase política somete a la ciudadanía toda a una infantil y feroz lucha por el poder… si bien, en parte, como ciudadanos somos cómplices al ser asiduos consumidores de insensateces de tal tenor.

El Fondo del Bicentenario consiste en una propuesta del gobierno para garantizar el pago de los vencimientos de la deuda externa en el año que comienza mediante la utilización de las reservas del Banco Central de la Republica Argentina. Pero dicha iniciativa encontró el insuperable escollo de la negativa del Presidente de ésta Entidad para canalizar la misma

El Lic. Hernán Martín Pérez Redrado -quien en 2006 ya había autorizado el pago de la deuda externa utilizando aproximadamente 9 de los 28 mil millones de dólares de las Reservas en tal momento- se ha opuesto férreamente a la utilización de los 6 mil millones que requería la iniciativa de la Administración de la Dra. Fernández de Kirchner.

Asombrados por la negativa del Presidente del BCRA de dar cumplimiento al Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) que estableció el Fondo del Bicentenario, el Gobierno no tuvo mejor idea que echar mano de un nuevo Decreto de Necesidad y Urgencia para desplazar al insurrecto, con lo cual soslayó el requisito del “previo consejo de una comisión del Honorable Congreso de la Nación” que prevé el articulo 9º de la Carta Orgánica de dicho Banco, la cual a su vez si establece que cuando mediare incumplimiento de los deberes se puede remover al Presidente por Decreto del Ejecutivo Nacional. Con lo cual se consolidó una compleja situación jurídica cuyo análisis excede la presente reflexión.

Rápidos e inquietos por la nueva medida y quizás ávidos de protagonismo mediático, ciertos sectores del arco opositor no han tenido mejor idea que reaccionar frente a la obviamente poco prolija y reprochable acción del Ejecutivo Nacional con otra insensatez: Judicializar la cuestión. Al presentar una acción de amparo ante la Justicia Federal –que tuvo que habilitar la feria judicial- soslayaron que la cuestión podía ser canalizada por la vías institucionales específicamente previstas: La Comisión Bicameral Permanente cuya función es la de analizar los DNU y que se reglamentó por ley 26.122, cuyo artículo 6º dispone que ésta “…cumple funciones aun durante el receso del Congreso de la Nación…”.

En el ínterin, a nadie parece importarle si la medida de la Administración era correcta para llevar tranquilidad a los inversores externos y asegurar un tranquilo cumplimiento de los vencimientos, o si la incertidumbre sembrada con la judicialización de una política económica puede perjudicar al ciudadanó común.

Pero más allá de eso, es menester señalar una grave falencia de la oposición que ha demostrado una vez más que funciona únicamente por reacción. Cada iniciativa del oficialismo genera en la oposición o bien una brillante idea –casualmente diametralmente opuesta-, o bien una férrea resistencia a la iniciativa oficial.

Así, el torpe "combo" de dos DNU que alteran la tranquilidad institucional, hizo volver anticipadamente a distintos referentes de la oposición de su plácido veraneo, para dar batalla en defensa de la institucionalidad.

Los medios “independientes”, aprovechando quizás la coyuntura para tratar de sacar algún rédito propio de la incertidumbre, ensalzan y erigen en héroes a aquellos dirigentes que en más duros términos se oponen al gobierno y no a quienes presenten la mejor alternativa de gobierno o las mejores propuestas en materia de políticas de estado o de legislación, o de reforma. Todo se reduce a una lógica de River-Boca en la cual no se discuten ideas, propuestas políticas, ni mucho menos proyectos de país, sino que se trata de descalificar, insultar o prejuzgar a aquel que las propone.

Desde el craso error cometido por el gobierno -ya sea por su contenido o la forma de comunicarlo- al tratar de imponer la iniciativa de de Retenciones Móviles, cada nueva iniciativa o esbozo de política de gobierno encuentra a una oposición entrenada mejor en provocar golpes de efecto, terremotos mediáticos, que en la elaboración de verdaderas políticas de estado que puedan ser fructíferas para el país todo. Esta medida relativa al pago de los vencimientos de la deuda externa de éste año, no parece ser la excepción.

Pero dado que recién nos encontramos en las instancias "preparatorias" de lo que pareceria ser "una nueva gran batalla", es menester hacer una breve reflexión sobre el modo en el que se ha comportado la sociedad toda, a los efectos de evitar incurrir en los mismos errores que en el pasado.

Conflictos pasados de ésta Saga, como lo ha sido la "batalla de la resolución 125", si bien han demostrado que ambos bandos están dispuestos a un altísimo nivel de conflicto, violencia e intransigencia, han demostrado ser inútiles a la hora de lograr verdaderas soluciones.

La prueba de ello la dan los propios hechos: la derrota del Gobierno en la votación de la resolución 125 no generó el tan ansiado y tan necesario plan integral agropecuario ganadero.

Los vencedores de la “guerra del campo” no se han puesto de acuerdo, no han tomado la vanguardia para darle al país un proyecto consensuado, unificado y superador que resuelta o que encamine de una buena vez la problemática del sector agropecuario.

Todos estamos de acuerdo en que queremos ver a la Argentina como una potencia agrícola y ganadera, pero aún no tenemos un plan integral. Todos los problemas estructurales que pudieron darse a conocer a la generalidad de la población en el marco del conflicto del campo, aún siguen sin resolverse. A la fecha, la iniciativa sobre la política agropecuaria la sigue llevando el gobierno, y en rigor de verdad lo que ha sucedido es un retorno a la política anterior en lugar de la elaboración de una alternativa superadora y consensuada.

Esto se debe gracias a que tanto desde el gobierno como desde la oposición, se destinan más energías a “desgastar” (al decir del Presidente de la Federación Agraria Eduardo Buzzi) al “enemigo” antes que intentar producir una alternativa superadora. Como ciudadanos nos gusta más consumir al discurso político que con más rigor ataque al contrincante, o que denuncie sus bajezas de un modo más tremendo, que aquel que pregona un arduo trabajo día a día para ofrecer una alternativa válida o una propuesta que pueda efectivamente resolver el problema.

De que otra manera podría explicarse que la figura del Vicepresidente Cobos goce de tan alta estima en el público. Pues si tenemos que ser estrictamente sinceros, el Vicepresidente ingresó al cargo que hoy detenta dándole su espalda al centenario partido en el que militaba, lo que determinó su “expulsión de por vida” de tal institución. Y hoy, se erige como “líder” y “candidato” de la oposición sin dejar el cargo al que accedió formando parte del oficialismo y con el único mérito de abandonar a su compañera de fórmula en un momento crucial y que además era claramente oportuno de acuerdo a las apetencias de la opinión pública.

Quizás el liderazgo de Cobos sea una manifestación más de la decadencia moral que nos aqueja, y un indicador que nos demuestra que aún no hemos madurado como sociedad, y seguimos valorando positivamente a la “viveza criolla”, pues seguimos mirando con buenos ojos que cuando “uno de los nuestros” “hace trampa” o “recurre a la traición” merece nuestra estima, porque claro está, piensa “como nosotros”.

Goza de la más alta estima de la población una persona que, habiendo dejado de lado sus convicciones y su partido de militancia para ocupar una posición de privilegio en una fórmula presidencial oficialista, luego reniega de su nueva afiliación, ocupando una posición que si mayor mérito o trabajo lo coloca casi automáticamente en la posición de héroe.

Ello no hace sino confirmar lo antes expuesto, en el sentido que como ciudadanos estamos acostumbrados a valorar los sucesos según una lógica de partido de fútbol, en el cual “vale todo” si es para que quien nos simpatiza “gane”, antes que valorar las acciones por su contenido intrínseco, su rectitud o consecuencia con principios éticos o morales.

Resulta entonces un mal indicador que luego de un conflicto como el del campo valoremos más al Vicepresidente Julio Cobos, quien compartió una fórmula presidencial cuya plataforma defendía a las retenciones móviles y votó por una mera conveniencia circunstancial, que a por ejemplo a Ricardo López Murphy o Mauricio Macri quienes en la convicción de que ello no era lo correcto habían en sus respectivas plataformas propuesto algo distinto y rechazado las retenciones desde las ideas.

Nuevamente, en el conflicto del campo y la valoración del liderazgo de Cobos surge que como ciudadanos hemos valorado más positivamente la actitud oportunista de quien cambia de bando según las circunstancias que le convienen, que aquella de quien que construye un nuevo partido, trabajando paso a paso para dar a luz una alternativa diferente, como lo han hecho Pino Solanas, Hermes Binner o Mauricio Macri.

Esta nueva “crisis” que sin dudas deberá analizarse en el contexto de una enorme y brutal puja de poderes entre un gobierno hegemónico y grupos económicos también hegemónicos; que no dudan en llevar a toda la sociedad a un estado de incertidumbre y confrontación peligrosamente altos, con tal de satisfacer sus propios intereses y ambiciones personales.

Y también creo necesario que como profesionales o militantes nos preocupemos más en cuidar el lenguaje y dejar de utilizar de modo laxo o inapropiado las palabras “dictadura” y abstenernos de emplear aquellas palabras que falten el respeto por la investidura los poderes constituidos, ya sea la Presidente de la Nación, los señores legisladores del oficialismo y la oposición, como así también de los magistrados que integran el Poder Judicial ¿Cómo podemos pedir mas institucionalidad cuando nosotros mismos no la respetamos?

Este gobierno, como también todos los anteriores desde el retorno de la democracia tienen enormes, muy grandes falencias. Pero ello no nos habilita a compararlos con una dictadura, porque bien sabemos que gracias a Dios, desde 1983 el orden constitucional no se ha interrumpido. Quienes llaman a la presidente dictadora o a este gobierno dictadura seguramente no tienen la menor idea de lo que una dictadura implica, y que comienza por la anulación real y violenta de cualquier tipo de disidencia, lo cual no ocurre y debemos decirlo: esto es una democracia y debemos cuidarla con todas nuestras fuerzas y pese a todas las imperfecciones que presente.

Ningún conflicto en democracia es tan grave ni tan apocalíptico como quieren hacérnoslo ver; los problemas del país se irán solucionando a medida que comenzamos a ejercer un sincero, real y verdadero diálogo, y fundamentalmente cuando dejemos de ver al otro como “enemigo”, aún cuando piense distinto a nosotros.


Patricio E. Gazze