domingo, 6 de diciembre de 2009

La importancia del respeto a la Libertad

"... El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella..."

Aquel pequeño párrafo del Evangelio según San Juan constituye, a mi entender, una hermosa máxima para la convivencia en sociedad. Es tan grande la enseñanza de la parábola de la "mujer adúltera" que resulta reprochable el modo en que la soslayamos y olvidemos en nuestra vida cotidiana.

El referido pasaje bíblico nos lleva a reflexionar sobre el concepto más profundo de libertad. En reiteradas ocasiones y en algunos momentos históricos en particular es usual oír como se intenta relativizar o cercenar el alcance del término "libertad", acompañando dicha intención con afirmaciones falaces tales como "...libertad no es libertinaje..." y otras argumentaciones que inducen a equívocos que no se corresponden con el real alcance de la libertad.

Cuando nuestro interlocutor apela a una distinción de ese tipo, muchas veces está ocultando su intolerancia frente a la expresión de las libertades de otros y buscando construir algún tipo de soporte argumental para justificar su supresión o limitación.

Comprender a los excesos, a la violencia o a la afectación de derechos de otros dentro del concepto de libertad, implica desconocer su naturaleza y es intrínsecamente tendencioso. La libertad a la que me refiero es la libertad en su sentido más puro, la que se encuentra dentro del cúmulo de posibilidades y elecciones de un sujeto que no alteran el ámbito de otro. Por ello cuando hablo de ejercicio de la libertad, no la confundo con un "piquete" o un "escrache", ambas prácticas violentas y que implican el ejercicio de una acción que vulnera el ámbito de libertades de otros sujetos. No son manifestaciones de la libertad, sino de simple y burda violencia.

Y ello se relaciona con el relato bíblico pues éste habla de la libertad como condición esencial del ser humano. Incluso para equivocarse, para pecar. El ser humano, si bien sufre un sinfín de limitaciones o condicionamientos físicos, económicos, sociales, culturales y psicológicos, posee una gran ventaja: tiene la potencialidad de pensar que es libre y actuar en consecuencia. Y ello es lo que nos diferencia en última instancia del resto de la creación, del mundo en el cual nos encontramos inmersos.

La libertad es condición esencial para el desarrollo pleno de nuestra personalidad y dignidad. Incluso en sus errores. El mismísimo Jesús no vino a condenar a aquellos que pecaban, sino que se sentó y anduvo con ellos. Con mucho menos autoridad podríamos nosotros pretender juzgar o condenar a nuestros hermanos en sus yerros.

Por tal motivo, es importantísima la proyección de este ideal en la sociedad. Todos en algún momento de nuestras vidas ocupamos el rol de la "mujer adúltera", al cometer errores, al sostener valoraciones equivocadas o incluso estar convencidos de ellas. Aún así, nadie tiene el derecho a juzgarnos y quitarnos nuestra libertad por aquello que no los perjudica. Pues nadie está exento del error o de la equivoación. Somos todos seres falibles y que en nuestra búsqueda personal podemos tomar el camino errado. Es así que debemos estar plenamente seguros que aquellas conductas y convicciones que hacen a nuestro ser, a nuestra intimidad, a nuestros ideales políticos, religiosos, sociales y a nuestra cultura en general, deben encontrarse exentos de cualquier tipo de opresión o cercenamiento por parte de nuestros pares.

Organizados colectivamente, los seres humanos hemos llegado a crear la idea de Estado, ente que en el funcionamiento práctico -y dentro de un esquema liberal-democrático- deberá siempre y con todas sus fuerzas proteger la libertad de expresión para evitar la opresión política, debe ser eficiente en sus regulaciones para proteger la libertad de competencia y comercio y así evitar la opresión económica y debe darse leyes justas y otorgar un sistema educacional y de salud de calidad, para evitar la opresión social y de la ignorancia.

Y en ese sentido, mi mensaje no debe ser confundido. No estoy propiciando que como ciudadanos tomemos una postura displicente, ni tampoco quiero incitar a no cumplir las leyes o los castigos que la ley prevé. La ley debe cumplirse, las lesiones a los derechos de los demás deben ser siempre reparadas y retribuidas conforme a los procedimientos legales. Todo ello asegura la libertad.

El verdadero peligro se encuentra en aquellos que desean utilizar las leyes para cercenar las libertades individuales, con el objetivo de imponer su propio sistema de valores o consolidar alguna forma de opresión. La diferencia entre una regulación legal necesaria para coordinar las conductas de los ciudadanos y así asegurar la convivencia pacífica en sociedad y aquella que atenta contra las libertades de la ciudadanía es muchas veces muy sutil.

Por ello, creo que debemos estar atentos y desconfiar de toda apelación vaga o genérica al "bien común", a las "buenas costumbres" o a la "moralidad", pues tras ellas muchas veces se esconde el mísmo espíritu de aquellos ansiosos por apedrear a la mujer adúltera. No debemos forzar a los demás a vivir su vida conforme a nuestros valores, si no queremos que otros nos hagan lo mismo. Por ello siempre debemos ser respetuosos al calificar a los demás, al proponer nuevas regulaciones o al manifestar nuestras valoraciones, ideas o propuestas. No nos convirtamos en bestias totalitarias. Como conclusión, nuevamente creo importantísimo recurrir a la Biblia:

"... No juzguéis para que no seáis juzgados. Porque con el juicio que juzgáis, seréis juzgados; y con la medida con que medís, os volverán a medir..."


(Las citas son del Evangelio Según San Juan, cap. 8 -7, y del Evangelio según San Mateo, cap. 7-12)

Patricio E. Gazze

jueves, 5 de noviembre de 2009

Límites a los “Boliches”: un nuevo paso en detrimento de las libertades individuales.

“… Cuando la conducta de una persona no afecta más que a sus propios intereses, o a los demás en cuanto que ellos lo quieren (siempre que se trate de personas de edad madura y dotadas de una inteligencia común)… debería existir libertad completa, legal o social, de ejecutar una acción y de afrontar las consecuencias…”

John Stuart Mill , “Sobre la Libertad” (1859)

Ayer el Senado de la Provincia de Buenos Aires aprobó el proyecto de ley que impone límites a la actividad nocturna en dicha jurisdicción. No caben dudas que el Gobernador Scioli –al igual que mayoría de los representantes que han votado a favor- han tenido buenas y loables intenciones al concebir y promover semejante legislación: combatir el consumo de drogas ilegales, el alcoholismo, la inseguridad, y muchos otros males que la noche depara. Sin embargo, dicha iniciativa entraña un aspecto más oscuro que la noche misma: la pérdida de una libertad individual.

Mientras tanto, otras Provincias de la Nación ya han adoptado o se aprestan para adoptar medidas similares, imitando el ejemplo bonaerense. La iniciativa es presentada como una panacea para numerosos flagelos, soslayando su raíz claramente restrictiva de derechos individuales.

Quizás la cultura del miedo que impera en estos tiempos sea causante de una especie de un adormecimiento en nuestra capacidad para reconocer éstos ataques a las libertades, y que por ello, nos cueste tanto reaccionar ante un lento pero firme deterioro del ámbito en el cual somos libres.

El mecanismo perverso de dicha cultura del miedo provoca que seamos los verdugos de nuestra propia libertad. Ante la sucesión de una interminable cantidad de hechos violentos, trágicos, terribles e impactantes, ensayamos sólo un tratamiento superficial y nunca un análisis en profundidad. Dicha imagen precede siempre al mensaje desgarrador de sufrimiento de las víctimas con quienes nos identificamos, y compartiendo el estado de alteración emocional propio de dichas tragedias, concluimos en el clamor desesperado por una solución definitiva e inmediata.

Ello se traduce en una petición generalizada de nuevas y más graves restricciones a las libertades. Violencia, muerte, alcoholismo, promiscuidad, consumo de drogas, y otra serie de males, parecieran ser capaces de generar en nuestra sociedad (de igual modo en gobernantes y ciudadanos) únicamente la pasividad de la sorpresa, el horror de lo inevitable, y la indignación ante la injusticia, pero muy pocas veces provoca respuestas activas, responsables y razonables.

Ciertamente éste esbozo de solución que sólo entraña una nueva batería de limitaciones, cercenamientos y prohibiciones sin distinciones, dista de ser una medida responsable o razonable. Como tantas otras veces, los argentinos adherimos a propuestas que lejos de atacar las causas de los problemas, se concentran en sus efectos. Peor aún, muchas veces la verdadera intencionalidad subyacente no es la búsqueda de influir sobre el problema en sí, sino en la opinión pública en relación al mismo, intentando deliberadamente causar “golpes mediáticos” que simulen diligencia y eficacia.

El objetivo de ésta breve exposición no es justificar el descontrol, ni mucho menos cualquier tipo de delito o contravención, sino tan sólo poner en evidencia la pérdida de otra libertad más, sacrificada en virtud de una medida totalmente absurda y efectista que difícilmente tenga capacidad de modificar la realidad brindando soluciones reales.

Ello pues, no existe una sola razón por la cual a un individuo adulto, si así lo desea y a nadie perjudica con su accionar, pueda serle restringida su libertad de permanecer fuera de su casa hasta la hora que mejor considere. Del mismo modo, y siempre y cuando no se afecten derechos de terceros, será igualmente irrazonable y excesiva toda prohibición que altere la libertad de empresa del titular del establecimiento nocturno que desee ofrecer un servicio hasta la madrugada o incluso más allá.

Dificilmente pueda sostenerse que una diferencia horaria sea eficaz para impedir cuestiones tan graves como el uso de drogas ilícitas o el abuso generalizado del alcohol. También resulta ingenuo afirmar que la permanencia o salida anticipada del “boliche” vaya a detener la escalada de violencia. No existen dudas que dichos flagelos requieren una solución lo más rápida y eficiente posible, pero para ello deberá trabajarse sobre sus causas y no sobre aspectos tangenciales.

Sin dirigirse hacia la resolución de las causas, medidas como ésta implicarán restricciones en los derechos y en el disfrute de la libertad de quienes poco o nada tienen que ver con el problema. Así, quienes se desempeñen en turnos nocturnos -por ejemplo trabajadores y empresarios de la actividad gastronómica- o quienes simplemente tengan preferencia de salir tarde, serán privados gratuitamente de gozar del fruto de su trabajo como mejor lo consideren.

La vida democrática exige que los problemas se solucionen con mayor responsabilidad y no con mayor paternalismo e intervención estatal o social en nuestras libertades. La palabra "responsabilidad", es definida por el Diccionario de la Real Academia Española en su cuarta acepción como “…Capacidad existente en todo sujeto activo de derecho para reconocer y aceptar las consecuencias de un hecho realizado libremente…”. Constituye pues, una virtud inseparable que acompaña siempre al libre accionar.

Resulta sorprendente la similitud de dicha definición –que además surge del sentido común- con la sabiduría ínsita en la transcripción de John Stuart Mill al inicio de ésta reflexión, la cual establece una ligazón entre la noción de libertad y el “afrontar las consecuencias” de cada acto libre.

Los ciudadanos, familias, instituciones intermedias, y gobernantes debemos en conjunto procurar un esfuerzo para encontrar soluciones que permitan fomentar ejercicio de la libertad con responsabilidad, que impliquen “hacerse cargo de las consecuencias”. No sólo entre nosotros los adultos, sino también promoverlas entre la minoridad.

No es concebible que los argentinos al enfrentar una situación problemática optemos por establecer una nueva prohibición antes que por educar en libertad, que elijamos quitar a unos para repartir a otros, sin previamente proponernos generar mayor riqueza para todos. Pareciera que tenemos cierta debilidad hacia esquemas de negatividad, de prohibición, de paternalismo. Necesitamos recuperar la confianza en nosotros mismos y exigir más libertad sin eludir la responsabilidad que su ejercicio conlleva.

Ello implicará una actitud firme en defensa de nuestra libertad, y también una aceptación responsable de las consecuencias que acarrean nuestros actos libres. He aquí, quizás el aspecto más difícil. Libertad y responsabilidad se encuentran unidas por un vínculo sutil pero inseparable y si olvidamos ésta íntima relación entre ambas, nos seguiremos encontrando que seguiremos obrando del modo incoherente y contradictorio que nos caracteriza.

Las contradicciones que surgen de nuestra pasión por escindir la responsabilidad de la libertad las podemos encontrar en todo ámbito si analizamos con detenimiento nuestro comportamiento social. A modo de ejemplo; nos quejamos ante una suba de impuestos, pero a la vez exprimimos las arcas estatales exigiendo una cantidad inacabable de subsidios a los servicios públicos y combustibles; así también nos enfurecemos si una leyenda nos recuerda por ejemplo que el Gas domiciliario que consumimos está subvencionado por el Estado, olvidando también en dicho caso que si bien nos indigna la pobreza, no nos importa que el Estado nos subvencione dicho servicio mientras que los pobres lo pagan hasta tres veces más caro al comprar una garrafa. Nos escandalizamos cuando a nuestros hijos se les aplican sanciones o ante la existencia de un mínimo sistema disciplinario en los establecimientos educativos, mientras que al mismo tiempo exigimos al Estado que intervenga de modo paternalista tutelando el modo en el que se divierten, regulando incluso la hora de regreso al hogar. La lista de contradicciones que hemos llegado a protagonizar como ciudadanos es aún más extensa, pero en cada una de ellas encontramos un denominador común: la total falta de la responsabilidad por los actos propios.

Por ello, aún una cuestión que superficialmente luce tan banal como el establecimiento de límites en la noche, puede servir de disparador para remontarnos a las causas más profundas de algunos de los temas pendientes de nuestra sociedad.

Gracias a la falta de responsabilidad individual, y a la cultura del miedo que tanto nos apetece consumir, nos hemos encaminado por el sendero de la progresiva disminución de las libertades; un camino hacia una esclavitud moderna. Todavía estamos a tiempo de recuperar las riendas de nuestros destinos y retornar al sano ejercicio de una libertad responsable.

Por último, creo oportuno concluir recordando uno de los párrafos más bellos de nuestra Constitución Nacional : … Las acciones privadas de los hombres que de ningún modo ofendan al orden y a la moral pública, ni perjudiquen a un tercero, están sólo reservadas a Dios, y exentas de la autoridad de los magistrados…” (art. 19.)

Patricio E. Gazze

domingo, 27 de septiembre de 2009

La encrucijada de Oriente Medio: Nuevas luces y sombras.




Numerosas voces han celebrado las palabras del Presidente de los Estados Unidos de América en la Asamblea General de la ONU, relativas a la necesidad de la creación de un Estado Palestino para solucionar el gravísimo conflicto en Medio Oriente.

La consolidación del Estado de Israel en 1948 -resultado de un consenso internacional de la post guerra fría- en parte de los territorios que pertenecían al mandato Británico de Palestina marcó el comienzo de un grave problema para los árabes que habitaban "Tierra Santa".

El nuevo Estado constituyó un refugio seguro para miles de inmigrantes judíos, que habían sido víctimas de una de las mayores atrocidades de la historia cometida por el régimen Nazi-fascista, y a la vez representó el cumplimiento de un anhelo histórico y teológico por parte de dicho pueblo. En ese entonces nadie pareció dimensionar la situación conflictiva que se estaba generando para los pobladores árabes.

Si bien mayoritariamente judío, Israel se organizó como una república democrática occidental, en la cual el pluralismo era la regla -al punto tal que hace dos años el gabinete tuvo entre sus miembros a un musulmán-. De todos modos, gran parte de los pobladores árabes se sintieron desplazados, e intimidados por una política hostil que incluso extendió las fronteras del naciente país más allá de lo acordado según normas internacionales. A su vez, muchos de los palestinos se agruparon en organizaciones para librar una guerra de guerrillas contra los nuevos ocupantes. Esta clandestinidad derivó en una escalada de violencia, ya que estos grupos no dudaron en comenzar a atacar blancos civiles de sus nuevos vecinos.

Todo ello contribuyó a una sucesión de conflictos bélicos que se extendieron hasta nuestros días. Si bien muchos de ellos surgieron ante el avance de la frontera israelí sobre otros de sus vecinos árabes, el problema más grave siempre fue el de los palestinos. La adopción de la solución de "los dos estados" para resolver la cuestión Palestina tiene antecedentes tan remotos como el plan de la ONU de 1947 para partir al Mandato de Palestina en un estado árabe y otro judío. De todos modos, en los hechos, esa solución a nuestros días aún no se ha podido plasmar. La intransigencia de uno y otro lado han hecho esto casi imposible.

Es por ello que oír al Presidente Obama abrazando la solución de “dos estados” resulta esperanzador, ya que marca un liderazgo de la mayor potencia militar por una solución que puede tener carácter definitivo, superando las posiciones extremas tanto en el lado palestino como israelí, quienes ven a ésta solución como una claudicación en su postura extrema de erradicar a Israel del mapa o como una forma de darle un sustento jurídico a una nación que compromete gravemente su seguridad, respectivamente.

De todos modos, sería ingenuo entender que sólo hecho de establecer un estado palestino solucionará el intrincado conflicto que subyace entre ambos pueblos. Por el contrario, la primera medida a tomar para arribar a una solución definitiva deberá consistir en erradicar todo tipo de antisemitismo. Occidente deberá hacer un examen de conciencia y buscar desterrar todo indicio del mismo dentro de sus propias filas, si es que espera que el mundo musulmán también lo haga. En efecto, las causas del antisemitismo árabe son más nuevas que las del antisemitismo cristiano. Por ello primero debemos trabajar sobre nosotros mismos: la civilización occidental.

Un buen comienzo será valorar la gran importancia que el pueblo israelí reviste para el nuestra tradición histórico y cultural.

En efecto, Israel ha sido prácticamente pionero en la introducción del monoteísmo como forma religiosa, ha nutrido con su doctrinas el credo más extendido de Occidente –Cristo fue precisamente judío- y ha sido testigo como entidad colectiva diferenciada de más de cinco mil años de Historia de la humanidad.

Aún quienes se nieguen a reconocer la importantísima herencia judaica que nutre lo más profundo de nuestras raíces culturales, deberán adaptarse al estado de evolución de nuestra sociedad moderna que reconoce la supremacía de la democracia y la libertad, con lo que un respeto total a la libertad religiosa y de conciencia resulta ineludible.

Además, la Historia nos demuestra que quienes hoy rodean al estado Israelí –los árabes- no eran tan radicales enemigos del pueblo judío. Así numerosas fuentes han dejado constancia que los musulmanes fueron vistos como liberadores por los judíos durante conquista árabe de la Península Ibérica. En efecto, convivían en un mismo suelo bajo dominio musulmán, cristianos y judíos. Los árabes respetaban los bienes y libertad de culto de las otras “gentes del libro”.

La campaña militar destinada a librar del dominio musulmán a la Península ibérica conocida como “Reconquista” culminó con la expulsión definitiva hacia el Sur a los musulmanes, y dio lugar a la Santa Inquisición, que a su vez continuó expulsando a los judíos del suelo español que no se convertían al credo cristiano.

Para entonces, musulmanes y judíos eran enemigos comunes de un poder cristiano, inclinado hacia el fanatismo quizás por el estado de guerra permanente que supuso el proceso de reconquista. Y es entonces como aparece el verdadero enemigo de la paz: el fanatismo. Ese fanatismo que muchos siglos atrás era predominante en el Cristianismo, hoy predomina en el mundo musulmán: quizás también por el constante estado de guerra en el que se encuentran los países que habitan sus fieles.

Así, Líbano, Siria, Irak, Irán, Pakistán y Afganistán desde hace años se encuentran inmersos en numerosas situaciones de conflicto bélico que parecen no tener fin. Guerras no sólo de naciones árabes contra la solitaria –pero fuertemente armada- nación israelí, sino también de naciones árabes entre sí, o en acciones contra grupos minoritarios (kurdos) o entre distintas tradiciones musulmanas (sunníes y chiítas), y ahora incluso se verifican incursiones desde los Estados Unidos y otros países Occidentales en el marco de la llamada “Guerra global contra el Terrorismo” que hacen de la región una zona de permanente inestabilidad. Inestabilidad que se refleja en el triste indicador de representar la región que destina el mayor porcentaje de PBI a gastos de defensa en el mundo.

Por lo tanto, no es casual que el estado Israelí se haya convertido en la última mitad del siglo pasado en el “chivo expiatorio” para los fanáticos islámicos que utilizan ese fanatismo para encolerizar a las masas y dirigirlas a su propia perdición (del mismo modo que hizo Hitler). Entonces, resulta imperativa una campaña de difusión y de conciencia histórica que revitalice los lazos de hermandad y recuerde la convivencia pacífica que existió en el pasado entre ambos pueblos.

Por otra parte, la solución definitiva del conflicto entre Israel y Palestina será el primer paso en el largo camino para lograr la paz en la región, y así también en todo el mundo. La magnitud global de éste conflicto ha quedado patentizada en el accionar de terroristas alistados en corrientes fundamentalistas del Islam que provocaron sangrientos atentados en puntos tan distintos como Londres, Madrid, Indonesia, Nueva York e incluso nuestra querida Buenos Aires.

Los atentados a la AMIA y a la Embajada de Israel aún siguen impunes, y el presidente de la Republica Islámica de Irán ha confirmado en sus puestos dentro de su gobierno a sospechosos de haber participado en al menos uno de dichos actos de terrorismo. En tal contexto, no sorprende su ya recurrente negación del Holocausto. La obstrucción para colaborar con la Justicia de nuestro país implica negligencia o indiferencia, cuando no una abierta y descarada complicidad. He aquí la nueva sombra que comienza a asomar en el horizonte.

Además de no querer colaborar con la justicia, Irán ha impulsado el desarrollo de misiles de mediano alcance, que pueden alcanzar al mismísimo estado de Israel, y aún a blancos situados en el Este de Europa. Esto es realmente alarmante, y requiere una acción concertada de todos los países para evitar y frenar una escalada armamentística de una Nación cuya élite abraza abiertamente el fundamentalismo. Es impredecible lo que puede ocurrir si Persia lograra desarrollar armas nucleares, pues todos sus vecinos verán gran necesidad en hacerlo también: será un claro fracaso de la política de no-proliferación.

Por ello para estabilizar la región, es indispensable el establecimiento de una paz duradera en Palestina. Para que sea efectiva y perdure en el tiempo, un gran esfuerzo deberá hacerse: el mundo deberá evitar que el Nuevo Estado Palestino quede en una posición similar a la de Alemania en 1919. Acciones de promoción al estilo del Plan Marshall deberán desplegarse, para hacer de la Nueva Palestina una Nación próspera que permita la inserción de sus habitantes a los beneficios mínimos de la vida moderna.

Dada la proximidad territorial, la interrelación entre el Nuevo Estado Palestino y el Estado de Israel será intensa, y por ello deberán la ONU y los países más desarrollados asegurar que las diferencias entre ambos no sean abismales. El mundo Occidental deberá aprender a perdonar afrentas pasadas y abrazar como hermana a la Nación Palestina, apostando a su desarrollo e invirtiendo dinero y recursos para que nazca una sólida y floreciente democracia.

El objetivo a largo plazo deberá ser lograr que Israel y Palestina puedan sentirse hermanadas, puedan ser aliadas y socias en el comercio, el desarrollo y la técnica. Israel ha desarrollado una tecnología que les ha permitido florecer en el desierto: debe esperarse lo mismo de Palestina. De otro modo, las dos naciones estarán condenadas a un latente estado de conflicto y desconfianza que sólo desembocará en nuevas guerras.

Todo ello será posible si la totalidad de las Naciones son firmes para condenar todo resabio de fundamentalismo aplicado a la política exterior. La comunidad internacional no puede darse el lujo de permitir que el líder de una teocracia siga negando hechos históricos, pues tal negativa entraña una incitación al odio y a la intolerancia que serán la semilla de futuros conflictos. Los líderes mundiales deben tener la firme determinación de poner límites efectivos a excesos como éste.

Si bien creo que ha sido correcto el enérgico pedido que nuestra Presidenta ha hecho a Irán ante la comunidad internacional, para que finalmente colabore con la investigación que señala a connacionales de dicho país como partícipes de los viles actos, queda pendiente una mayor actividad tendiente en evitar que siga floreciendo la íntima relación entre el gobierno Iraní y la república hermana de Venezuela. Este último país ha dado numerosas y lamentables muestras de simpatía hacia el fundamentalista régimen de Teherán. La Argentina, debe asumir un rol de liderazgo en la lucha contra el Terrorismo y por ello deberá trabajar más duramente para evitar la influencia de Irán, que de acuerdo a nuestro poder judicial, cobija a terroristas. Es más grave aún, dado que Venezuela podría convertirse miembro pleno del bloque del Mercosur: los que nos colocaría en la incómoda posición de ser socios indirectos del régimen de Admadinejad.

Nuestro país puede dar testimonio al mundo que la convivencia entre árabes y judíos en paz y prosperidad, compartiendo un mismo suelo y una misma bandera, es posible. Argentina es hogar a una de las comunidades judías más importantes del mundo y a la vez, tiene a casi un 30 por ciento de su población con alguna ascendencia árabe.

Los dirigentes locales y así también los mundiales deberán tener en cuenta dos frentes a atender para el logro de una paz duradera en Medio Oriente: por un lado un férreo apoyo al desarrollo de una Palestina pacífica, democrática y próspera, y por otro ser contundentes con una implacable y determinada lucha contra el fanatismo terrorista y todo tipo de antisemitismo –y quienes los apoyen, subsidien, cobijen o den cooperación-.

Si el mundo consigue que Palestina e Israel resuelvan sus diferencias y puedan desarrollarse conjuntamente, ambos países se constituirán en un sol de paz que se irradiará al resto de la Región y al Mundo. Nosotros los argentinos hemos sufrido en carne propia la barbarie del terrorismo: mucho es lo que podemos hacer para ayudar a desterrar dicho flagelo, debiendo comenzar con un pequeño pero fundamental paso que es la eliminación en nuestra sociedad de todo tipo de racismo y antisemitismo.

Es así pues, que la decisión política del presidente Obama de avanzar hacia la creación de un nuevo estado palestino, constituye una luz en el proceso hacia la paz. Del mismo modo, nuevas sombras están surgiendo más al este, en la República Islámica de Irán. Su posición de apoyo a terroristas, la constante negación del holocausto y el desarrollo de misiles y nuevas plantas para enriquecer Uranio constituyen pasos que van en el camino inverso a la paz. Como ciudadanos del mundo, es nuestra responsabilidad abrazar la luz y rechazar las sombras, o lo que es lo mismo; abrazar la tolerancia, el respeto y la convivencia entre distintas razas, credos y naciones, y a la vez rechazar todo tipo de fanatismo fundamentalista. Sólo entonces habremos comenzado a transitar el sendero verdadero hacia la Paz.

Patricio E. Gazze

Articulo publicado también en:
Fundación Libertad

domingo, 19 de julio de 2009

Todos somos el Indec





A veces cuestiones como las del Indec (Instituto Oficial de Estadísticas y Censos de la Argentino) me hacen pensar. Es fácil escuchar al común de la gente indignarse y vituperar al gobierno de turno por la falta de adecuación a la realidad de los números que mensualmente informa dicho ente público.

Posiblemente cualquier persona que haga las compras regularmente podrá advertir que no resultan verosímiles algunas de las estadísticas, principalmente las referidas a la inflación.

Entonces surge la fácil y argentina inclinación a culpar de todo al gobierno, la repetida práctica de "lavarse las manos" ante los problemas que nos aquejan, y en consecuencia la unión al sinnúmero de voces que critican la autoridad de turno, como si fuera una ente impuesto por algun poder desconocido y misterioso y no como una autoridad surgida de nosotros mismos, de nuestra propia voluntad (sea por acción u omisión).

No encuentro justificativo alguno a la decisión de "maquillar" los números oficiales. Sin duda tal acción más allá de "restar credibilidad frente al exterior" (cosa que pareciera ser la única preocupación de muchos compatriotas) es principalmente nociva por el efecto que tiene internamente, porque nos da una imagen incorrecta de ciertos fenómenos económicos y sociales, y por ende, nos resta a nosotros mismos, -los argentinos- capacidad para afrontarlos.

Pero aún sin justificar dicho maquillaje estadístico, tampoco creo correcto o acertado sumarme a la manada que ciegamente critica, se horroriza o se indigna ante tal situación, como si fuera un fenómeno totalmente ajeno a sí.

Los fieles católicos, momentos antes de acceder a la confesión, hacen una muy benéfica práctica llamada "examen de conciencia". Su finalidad consiste no en angustiarse con los errores y culpas, sino reconocerlas con seriedad y confianza en Dios. Creo que ésta práctica brilla por su ausencia en la mayoría de nosotros los argentinos. Y aquí pienso exponer -brevemente- el por qué.

El problema del Indec lejos de ser un problema de un sólo gobierno, excede claramente esa demarcación: es un problema cultural. Y ello puede comprobarse fácilmente: a diario y frente a nuestras narices somos testigos -o partícipes, en el peor de los casos- de situaciones paralelas o similares a la del Indec. Y sus protagonistas no son integrantes o funcionarios del gobierno, sino todos y cada uno de los argentinos. Nosotros mismos.

Los números del índice de inflación se manipulan por la sencilla razón que una considerable cantidad de los bonos de la deuda, se ajustan de acuerdo a dicho parámetro. Es decir, mintiendo "oficialmente" sobre la inflación, el país paga menos intereses de su deuda pública. Claramente, una situación que podemos calificar como una "viveza criolla".

Sin dudas una práctica que debe ser corregida lo antes posible, pero también debe llevarnos a trabajar sobre las causas más profundas que hacen posible su existencia. Y entre las causas más profundas seguramente nos encontraremos con nosotros mismos. Con nuestra propia cultura.

Desde la temprana edad nuestra cultura nos comienza a condicionar con esa perversa práctica de la viveza criolla: en la escuela primaria y secundaria, la trampa es moneda común. Realmente nadie condena con la gravedad que debería la práctica de "machetearse". Es muy común incluso que, socialmente entre los amigos e incluso padres, se premie dicha práctica. Hacer trampa, mentir o efectuar pequeñas violaciones a la ley, se ven de un modo simpático y hasta adorable. Hacer la vista gorda a tales prácticas es convalidarlas, cuando no promoverlas.

También culturalmente vemos con laxitud otros tipos de prácticas mentirosas, como por ejemplo la evasión impositiva. Sin percibir que el efecto global es nefasto, es fácil escuchar como la gente justifica y hasta pondera el hecho de no pagar impuestos. Claro, las justificaciones no tardan en salir de sus bocas: "...el Estado no me da nada, que me pago mi propia seguridad y salud...", se afirman entre otras falacias. Olvidando todo (con sus falencias y defectos) lo que el Estado nos brinda, y también olvidando que cada vez exigimos más y más al Estado, encontramos siempre motivos para afirmar que nunca será suficiente lo que nos da, y con ello para justificar el incumplimiento.

Lo importante aquí, el punto que quiero dejar en claro, es que la gente cuando tiene que hacer su propio "Indec" no tiene mayores reparos: simplemente lo hace, y luego encuentra miles de razones para defenderlo. La actitud es la misma, la lógica es la misma: una mentira, una pequeña violación de la norma, se justifica si me brinda una ventaja, una ganancia o cualquier tipo de beneficio.

Asimismo el fenómeno podemos percibirlo prestando atención al tránsito y la manera en que conducimos, con una continua y sistemática falta de observancia de las normas viales. Pareciera que a nadie le importara el prójimo, y si algo indebido me beneficia individualmente, seguramente estará permitido y es correcto.

También nuestros héroes populares son protagonistas del ejercicio de la viveza criolla: el gol con la mano, un director técnico poniendo laxante en el agua del equipo rival, etc. Nuevamente, la misma mirada, el mismo mecanismo perverso. El fin justifica los medios.

Me gustaría alguna vez, que hagamos todos un examen de conciencia, como ciudadanos, y que seamos capaces de analizar cuestiones como esta del Indec a un nivel más profundo que el de una mera chicana política, y podamos encontrar y trabajar sobre las verdaderas causas de nuestras malas prácticas y malas costumbres, para de una vez por todas, comenzar a cambiar nuestra cultura, y erradicar de una vez y para siempre la mal llamada "viveza criolla".

Patricio E. Gazze

Artículo publicado en:
Fundación Libertad - Opinión ; Mercedes Hoy; Corrientes Noticias.

jueves, 2 de abril de 2009

Adiós a un gran hombre.

Raul Alfonsín 1927-2009

El paso a la inmortalidad del ex Presidente Raúl Ricardo Alfonsín ha logrado un efecto impensado, sorprendente y hasta esperanzador. Los cortejos fúnebres del “padre de la democracia” han convocado espontáneamente a miles de argentinos, que han ganado las calles cercanas al Congreso de la Nación, lugar donde han reposado sus restos durante su velatorio, y han copado las cercanías del Cementerio de la Recoleta, donde su restos descansarán por la eternidad.

Despedida a Alfonsin en el Congreso de la Nación 1.4.09 (fotos de Matías Foschiatti)

Fue emocionante observar la envergadura de la despedida, y la voluntad del pueblo que se hizo presente para darle el último adiós. Ni la lluvia, ni las largas colas, ni la oscuridad de la noche han sido impedimento para que miles y miles de ciudadanos concurrieran a rendirle sus respetos a Don Raúl.

No sólo provocó un efecto de afluencia masiva de la gente a las calles de la Capital, sino que además en su ciudad natal, y en todo el país, el pueblo argentino ha adherido a los honores, siguiendo con atención la ceremonia de despedida a través de los medios masivos de comunicación.

Multitudes despiden a Alfonsin en el Congreso de la Nación 1.4.09 (fotos de Matías Foschiatti)

Y quizás lo más notable es que su partida, ha inspirado una suerte de convivencia pacífica entre todos los máximos referentes políticos de la nación. Un legado de reconciliación que nos dejó con el hecho mismo de su muerte. Convivencia que se plasma en la presencia en el funeral de todos los ex Presidentes que han gobernado después de Alfonsín, algo poco usual en nuestra cultura política.

Reconciliación que ha logrado reunir en una misma ceremonia a quienes habían sido sus más firmes opositores: diputados, senadores, gobernadores y funcionarios del Partido Justicialista; la cúpula de la CGT (la cual fue implacable con él durante el ejercicio de su presidencia presentándole 13 paros generales), los dirigentes de la Sociedad Rural Argentina (entidad en la cual Alfonsin fuera abucheado en descontento con su política agraria) y también representantes las Fuerzas Armadas (Institución que tuviera una traumática relación con Alfonsin durante su presidencia por los motivos que todos conocemos).

La onda expansiva de la inspiración democrática y de reconciliación también influyó sobre los actores políticos de la actualidad. Ha influído provocando un minimo atisbo de recuperación de la institucionalidad, plasmada en el contacto entre el Vice-Presidente en ejercicio y la Presidente de la Nación para coordinar los honores oficiales y el tenor del decreto que ha dispuesto el duelo nacional. También en la presencia de oficialistas y opositores, sindicalistas y referentes de las patronales, todos unidos para darle su homenaje a éste gran hombre.

¿Pero cuál ha sido la verdadera causa de tanta adhesión? ¿Por qué quienes en el momento que el Dr. Alfonsín ejerció el poder fueron férreos opositores y hasta intolerantes, hoy se muestran dóciles y le rinden los más altos honores?

Lo más posible es que hoy, en tiempos tumultuosos, los argentinos hayamos encontrado en el querido Raul Alfonsin, las virtudes que tanta falta hacen, virtudes que han brillado por su ausencia en el actuar de nuestra sociedad y de nuestros líderes y referentes en todos los ámbitos en los últimos años.

Si bien ello es razonable, también creo que hay otra enseñanza oculta en el símbolo que ha pasado a representar el Ex Presidente. Ello pues, resulta notable el contraste: muchos de quienes participaron en los sucesos que precipitaron la salida del gobierno 5 meses antes del fin de su mandato hoy han venido a reconocer su altura como hombre, como demócrata y como ejemplo de civilidad y republicanismo.

¿Tanto nos cuesta a los argentinos reconocer esas virtudes, que necesitamos que pase a la eternidad quien ha vivido de acuerdo a ellas para darnos cuenta? ¿Cómo es que todos éstos referentes no supieron reconocer tales valores en cabeza de su adversario/enemigo en el momento oportuno de la historia?

Y en esto no sólo quiero apuntar a la clase política y dirigente, sino que además a todo pueblo en su conjunto, incluyéndome a mi mismo como parte. Si bien era muy pequeño, quien les escribe tiene vívidos recuerdos de lo implacable que los argentinos fuimos con Alfonsín durante los últimos días de su gobierno, ya sea con la excusa de la hiperinflación, los saqueos o la crisis económica.

¿Acaso hoy si es posible darse cuenta que el Dr. Alfonsin tuvo que gobernar en condiciones de gran adversidad, con una economía destruida por la dictadura y una guerra perdida, mientras que en aquel entonces no? En ese momento nadie pareció hacerse eco de la gravedad de la situación, prevaleciendo entonces el ánimo del descontento. Brilló por su ausencia entonces, el espíritu de unidad que hoy podemos ver en sus funerales.

Creo que la autocrítica es parte del legado de éste “buen hombre” que nos gobernó, dado que nos exhorta a no perder la calma y a no actuar en el fragor de los hechos, a no sumarnos al tumulto, a la acción irreflexiva y a la impaciencia. La enseñanza de Alfonsín debe servirnos para que la unidad entre argentinos no sea sólo un fenómeno fugaz, causado por la tristeza de la pérdida de un gran Presidente, sino para darnos la fuerza para comenzar a vivir en unidad y a actuar en consecuencia diariamente.

Pero no es la intención cerrar éstas líneas con un reproche, y por ello creo que a pesar de todo, éste símbolo que ha implicado la masiva despedida del pueblo al ex Presidente Alfonsín es un indicio que la tolerancia, la civilidad y la virtud democrática y republicana son parte vital de los deseos y anhelos de todos los argentinos.

Su lucha por la democracia, su valor para defenderla, su inquebrantable lucha por los Derechos Humanos en los momentos más difíciles de la Dictadura, su voluntad férrea y su coherencia llevando adelante los Juicios que se han llegado a conocer como el “Nüremberg Argentino” y su coraje para resistir todas las presiones que dicho proceso implicó, su integridad y su honestidad, todos ellos entre muchos más, son los motivos, las razones por las cuales los argentinos rendimos homenaje y gratitud al querido ex Presidente Raúl Ricardo Alfonsín, a quien nunca olvidaremos.

Gracías querido Raúl!

Patricio E. Gazze

lunes, 16 de marzo de 2009

Sobre la observancia de las reglas de juego

En un artículo anterior titulado "Fiesta de la Democracia en Estados Unidos" tuve oportunidad de describir de modo breve la maravillosa continuidad en el funcionamiento de las instituciones básicas de la hermana nación del Norte. Escribí aquellas líneas en vísperas de la elección presidencial que finalmente consagró al Demócrata Barack Obama como presidente, destacando el modo en el cual se ha venido cumpliendo y respetando por todos los actores del sistema político un conjunto básico de reglas no obstante el paso del tiempo y de diversos acontecimientos imprevistos o incluso catastróficos. Cada traspaso de mando en la primera magistratura fue pacífico y ordenado. Incluso en los lamentables episodios en los cuales fueron asesinados presidentes en ejercicio del cargo, el sistema respondió adecuadamente.

Aquí en nuestro país, la iniciativa del Ejecutivo para modificar el Código Electoral permitiendo el adelantamiento de las elecciones, me lleva a pensar en el contraste existente entre la práctica institucional de los norteamericanos y la nuestra: Doscientos años de cumplimiento sin alteración de las instituciones electorales por una parte, y una continúa manipulación de las mismas, en todos los niveles (municipal, provincial y nacional) por otra.

Quizás ésta tendencia a reprogamar y rediagramar constantemente reglas básicas de las instituciones responda a una íntima disposición de nuestro ser cultural consistente en aprovechar al máximo las posibilidades que brinda la ventaja circunstancial de detentar el poder en un determinado momento para torcer las reglas en favor propio: la llamada "viveza criolla". Recordemos que también Eduardo Duhalde en ejercicio de la Presidencia de la Nación, había resuelto adelantar las elecciones en 2002 (Duhalde adelanta elecciones - El Mundo.es) cuando se vio agobiado políticamente por las muertes de los piqueteros Kosteki y Santillán. En aquel momento la misma implicaba una retirada anticipada del propio Duhalde del cargo de Presidente.

Hoy la argumentación que se alega es diferente: la crisis y la necesidad de acortar tiempo de indefiniciones para poder ordenar el escenario político y dar una respuesta coordinada frente a los embates de la recesión global que cada vez más afecta la vida diaria de cada uno de los habitantes de nuestro país. Además, se pretende unificar las fechas de las elecciones nacionales, con las provinciales. De no prosperar la iniciativa, el calendario electoral sería dispar y desordenado hasta Octubre: muchos ciudadanos tendrían que verse obligados a votar dos y hasta tres veces (como el caso de Santa Fe) en un dispendio enorme de recursos monetarios, organizativos y fundamentalmente de tiempo. Sin lugar a dudas, tampoco resulta ideal que cada Distrito desinge su propio calendario según su parecer sin un mínimo sentido de orden y coordinación.

No obstante, son claras y notorias las contraindicaciones que supone una modificación de las pautas preestablecidas: se generan problemas con los padrones electorales (siendo éste punto el de mayor gravedad ya que puede afectar los derechos políticos de los ciudadanos), se altera la coordinación y organización general, dificulta el armado de listas, alianzas y complica el funcionamiento interno de las estructuras partidarias.

La otra alternativa, sería interpretar a éstos cambios repentinos y motivados por necesidades políticas en los cronogramas electorales como un síntoma de una tendencia en el comportamiento social más favorable a un sistema parlamentario. Éste sistema se basa en el principio de confianza, el cual subraya la íntima vinculación entre los poderes legislativo y ejecutivo, dependiendo el éste último de la confianza del parlamento para subsistir. Para ello el sistema prevé que el Parlamento pueda destituir ministros o al propio jefe de gobierno mediante la moción de censura. A su vez, el sistema establece la facultad del Presidente del Gobierno de ordenar la disolución del Parlamento en casos de graves controversias en las cuales puedan estar en riesgo la gobernabilidad de la Nación o la legitimidad de la dirigencia política.

De haber contado con una configuración parlamentaria para el ordenamiento de los poderes del Estado, quizás se pudiera haber evitado la grave crisis de Diciembre de 2001, pues al perder las elecciones legislativas de medio mandato -y con ellas el apoyo parlamentario- habría quedado expedita una vía institucional pacífica para que el entonces Presidente De La Rúa finalice sus funciones de un modo más ordenado y pacífico.

Pero no debo soslayar que la mera insinuación de un cambio de tamaña envergadura -ya que implicaría una reforma constitucional profunda- me ha hecho caer en el mismo error que apuntara al comenzar a escribir: esa irresistible tentación que tenemos los Argentinos de querer cambiar periódicamente las más básicas y fundamentales reglas de juego. (Presidencialismo o Parlamentarismo: ¿cuál es el mejor modelo para la Argentina : nota en La Nación del 3/06/07)

Me permito concluir que más allá de las banderas políticas, debemos los argentinos reflexionar sobre las instituciones, el valor de la existencia de reglas claras y precisas, y también sobre nuestro propio comportamiento y temperamento social que a veces no es coincidente con la estática característica de una configuración presidencialista, ya que siempre tendemos a bregar por la inmediatez de los cambios, sin percibir que quizás los más importantes cambios políticos se dan lenta, progresiva y gradualmente: como la culminación de una maduración institucional y no como la reacción ante aquello que nos disgusta, nos ha dejado de gustar o nos ha cansado.

Patricio E. Gazze

viernes, 27 de febrero de 2009

Barbarie vs. Civilización


Ésta semana fuimos testigos una vez más de la faceta más deplorable del Sr. Alfredo De Angeli: su patoterismo. Ésta vez las víctimas fueron los empleados y clientes del Banco de Entre Ríos S.A. (BERSA) de la localidad entrerriana de Hasenkamp. (ver notas en la prensa: diario perfil.com / diario clarin.com / infobae.com)

Al igual que su contraparte desde la otra vereda(me refiero al Sr. Luis D Elia), el Sr. De Angeli no dudó en llevar su reclamo a las vías de hecho y tomar la sede bancaria para solicitar entre otras cosas, una refinanciación de las deudas. El otrora "héroe" del conflicto de la resolución 125 y vitoreado como "ejemplo" por muchos pseudos intelectuales ha demostrado nuevamente su verdadero espíritu que dista mucho de lo que podríamos calificar como "civilizado", "cívico" o "democrático".

Claro que dentro del esquema típicamente maniqueo de pensamiento de la clase media argentina, dicha actitud no es tan reprochable como la del otro bravucón mediático (Don D Elia) la cual todo el mundo saliera en su momento al unísono a denunciar. Pareciera que el Sr. De Angeli tiene licencia para ser "bárbaro", quizás originada en cierta simpatía que causa, incluso sus reiterados errores en el uso del idioma castellano son vistos con ternura por la incoherencia de algunos.

Tanto De Angeli como De Elia comparten una modalidad que daña seriamente el modo de vida republicano y democrático, el "patoterismo". Ya sea tomando una comisaría o un banco, con doscientos productores rurales asentados bajo la consigna "de acá no nos vamos hasta que nos den una solución" (ver nota en perfil), o liderando a una horda de beneficiarios de planes de asistencia social para causar desmanes en una comisaría, la acción y el fundamento en ambos "lideres(?)" es idéntica.

Quizás lo más triste no sea el hecho en sí de las bravuconadas o patoterías cometidas por éstos conciudadanos, sino que con éstas barbaridades cosechen tantas adhesiones en la población. Quizás sean una señal de alarma de actitudes poco republicanas, poco respetuosas hacia el prójimo que están instaladas en lo más profundo de nuestro ser social. Creo que ésto demuestra también lo mucho que nos cuesta a los argentinos elegir líderes o referentes sensatos, con actitudes y praxis constructivas en lugar de líderes exhibicionistas, mediáticos, violéntos y polemistas.

Y con ésto no quiero justificar ni equiparar a De Angeli con D Elia, pues posiblemente éste último sea mucho más violento y autoritario que el lider de la FAA de Gualeguaychú (especialmente en lo personal repudio fuertemente sus muy lamentables declaraciones sobre el Estado Israel que denotan un terrible grado de antisemitismo) pero generalmente los medios masivos de comunicación y la gente dispensan a éste el trato que se merece, mientras que a De Angeli lo presentan como un "señorito inglés". En rigor de verdad, la actitud del ruralista hacia los conflictos es idéntica a la del piquetero oficialista: violencia, intransigencia, inflexibilidad y tremendismo.

Afortunadamente los otros referentes de la dirigencia rural, en especial el presidente de la Sociedad Rural, han dado una muestra de mesura y sensatez acertada (Biolcatti: "La toma de un banco es un exceso y es condenable" / "Sorpresa en la dirigencia rural por el accionar de De Angeli"). Ésto confirma lo que ya expusiera en la nota "Blancos, Grises y Negros" al reflexionar sobre el fin del conflicto de la 125, cuando sostuve que la dirigencia rural contaba con dirigentes verdaderamente sensatos como por ejemplo Luciano Miguens que fueron opacados por la figura del más combativo y radical De Angeli.

Recordemos además que la toma del BERSA no es un acto aislado dentro del "curriculum" de De Angeli, ya que no necesitamos remitirnos a la crisis agropecuaria para encontrar otros ejemplos de su bravuconería: también es de público y notorio conocimiento su participación en los ilegítimos e inconstitucionales bloqueos a las vías de acceso con la hermana República Oriental del Uruguay: el piquete de Fray Bentos. Evidentemente, para éste señor la violencia, el pisotear derechos ajenos y organizar piquetes es más que una "ultima ratio" sino que constituye un modus operandi al cual comprende como "normal".

Es por ello que escribí esta pequeña reflexión, para que todos, a la hora de elegir nuestros referentes o líderes, tratemos de localizar e individualizar aquellos quienes tengan mayor capacidad de diálogo, de tolerancia y de verdadera virtud republicana. Sólo de ése modo venceremos finalmente a la barbarie que es la causa de nuestro retraso. Siempre parece que los argentinos vemos la barbarie "fuera de sí", o "en el bando de enfrente" y no hacemos nada por tratar de solucionar los desmanes que causan los bárbaros, patoteros y bravucones cuya barbarie, patoterismo o bravuconada nos conviene, nos beneficia o nos genera simpatía.

Patricio E. Gazze


miércoles, 11 de febrero de 2009

Se acomodan las fuerzas políticas en Argentina.


Es loable la actitud constructiva y coherente que han tenido los referentes políticos Mauricio Macri, Felipe Solá y Francisco de Narváez en la reunión mediante la cual formalizaron una alianza de cara a las elecciones legislativas de medio-mandato que tendrán lugar éste mismo año.

Es loable, pues estos líderes han aprendido a dejar de lado sus aspiraciones y ambiciones personales cediendo protagonismo y se han embarcado en un proyecto en común. A la vez, coherente, dado que a grandes rasgos podríamos decir que comparten un mismo ámbito del espectro político. Esto los diferencia del gran fracaso que fue la “Alianza” de De la Rúa, en la cual se habían conglomerado referentes de tanto la derecha y la izquierda sin acordar siquiera una serie de puntos en común dentro de la agenda política. Su único punto de contacto fue la férrea oposición a un proyecto político que estaba cosechando muchas voces en disconformidad. Esto luego afloró cuando el Presidente De la Rúa no tuvo consideración por sus aliados para formar el gabinete, y en la forma que encabezó la Administración General del país.

Nuevamente, y como ya hiciera referencia anteriormente en otras notas ( ver nota del 4 de junio de 2008) ésta alianza es saludable para el sistema político Argentino: es necesario que exista un gobierno fuerte y que sepa hacer valer su autoridad garantizando la gobernabilidad y a su vez, una oposición igualmente fuerte y cohesionada que observe y vigile al gobierno de turno, ya que el poder sin controles derivará necesariamente en corrupción –esté quien esté ejerciéndolo-. Como a los argentinos nos gustan mucho los extremos hemos pecado por falta y por exceso, hemos sido testigos de gobiernos centrales que han gobernado sin oposición (dado que la misma estaba fragmentada hasta casi el infinito) y también hemos tenido un gobierno que había perdido toda autoridad incluso llegando a decretar un estado de sitio que nadie respetó y fue el preludio de su propia caída.

Es por ello que creo que es lógico y coherente que las fuerzas de centro-derecha y de centro se agrupen, y puedan dar una respuesta coherente y concreta al electorado que opte por incrementar el poder de vigilancia de la oposición al gobierno actuante, y esto también ayudará a un equilibrio en el plano ideológico ya que a la Administración actual podríamos ubicarla dentro de lo que sería modernamente una izquierda moderada. (en el mismo espectro estarían el Partido Socialista, el ARI de Macaluse, etc.)

Esto creo que hace más interesante el panorama hacia 2011 ya que con una coalición de centro, centro-derecha, la izquierda deberá ser cautelosa para encolumnarse hacia el sector dentro de su ámbito que mayor cantidad de apoyos coseche, caso contrario caerá en la fragmentación que hará más factible aún su derrota en 2011. El electorado tendrá entonces la posibilidad de elegir entre dos opciones con bases sólidas (izquierda, PS o FPV y PRO, Justicialismo Federal, Recrear). De consolidarse ésta tendencia no sería descabellado pensar que los dos principales candidatos para 2011 sean Macri vs. Binner, o Solá vs. Cristina Fernández o aún De Narvaez vs. Néstor Kirchner.

Pero ello también puede frustrarse ya sea por a) que el Justicialismo vuelva a dar una cabal muestra de su habilidad para adaptarse y presente a un candidato que neutralice la nueva agrupación de las fuerzas de centro-derecha, como podría ser Carlos Alberto Reutemann, o también por b). el crecimiento de la figura de Lilita Carrió quien hábilmente ha sabido transmutar su imagen, oscilando entre la izquierda y la derecha según las apetencias del electorado. Ambas opciones tendrían la desventaja de quebrar la saludable tendencia hacia una conglomeración de izquierda moderada que se alterne con una conglomeración de centro derecha en el gobierno, controlándose mutuamente y que traería aparejada necesariamente la necesidad de una verdadera negociación y puesta en marcha de un proyecto de Estado a largo plazo, dejando sentado una serie de puntos básicos en común sobre los cuales trabajar sin modificarlos cada cuatro años.

Otra desventaja, especialmente en el caso de Lilita, sería la de incurrir en una reedición de lo que fue la Alianza de De la Rúa, y en caso de llegar a ser gobierno, presentar graves defectos en la gobernabilidad.

De todos modos, el gesto de por sí es esperanzador ya que demuestra la posibilidad de diálogo y coordinación de los actores políticos para solucionar los problemas de la Argentina. Espero que ésta alianza fructifique y que ayude a dar mayor estabilidad al sistema político. Tal vez, el triunvirato Macri-De Narvaez-Solá ayuden a coordinar las fuerzas de la oposición para negociar con Cristina un acuerdo del Bicentenario que incluya a todos los sectores de la sociedad y podamos realmente en 2010 celebrar un nuevo punto fundacional para recuperar la grandeza que merece nuestra Patria.

Patricio E. Gazze

lunes, 12 de enero de 2009

25 años de democracia

Comenzamos 2009 con una gran alegría, pues lo hemos hecho viviendo en una democracia que había cumplido en Diciembre pasado 25 años sin interrupciones. Lo cual es un dato de gran trascendencia e importancia dado el contexto de la historia del siglo XX de nuestro país.

El análisis arriba expuesto no es original ni mucho menos, pero merece por su importancia ser reiterado hasta casi el cansancio, no sólo mediante la mera repetición de su enunciado, sino también recurriendo a una búsqueda de una reflexión profunda y minuciosa.

Durante el año 2008 a los argentinos estuvimos sumidos en una serie de polémicas, debates arduos que derivaron incluso en situaciones de extrema tensión. Dichos encendidos y extremos conflictos de intereses, aún hoy dejan secuelas en la vida institucional, económica y social.

No obstante, ello no debe opacar la celebración por la vigencia democrática, sino que por el contrario, se constituye como un elemento tendiente enriquecer sin lugar a dudas los fundamentos por los cuales el estado de ánimo deberá –aún en medio de grandes dificultades- ser de satisfacción y aprobación hacia el sistema democrático.

A pesar de todos los contratiempos y desencuentros sucedidos, es imperativo regocijarnos del hecho que aún en una situación de tensión social extrema, y ante hechos imprevistos que pusieron en jaque todo el sistema, éste respondió, y la cuestión se descomprimió dentro del camino de las propias instituciones.

Aún con sus imperfecciones, el régimen republicano y democrático es muy superior a todo otro sistema de organización ensayado. La sucesivas interrupciones al orden constitucional que hemos sufrido, lejos de ser remedios contra hipotéticas ineficiencia o inoperancia de los gobernantes democráticos han sido en gran parte responsables del mayor daño a nuestras instituciones.

Ni hablar de las víctimas que perdieron su vida, su libertad y su propiedad a cargo de las tiranías de quienes se arrogaron un derecho superior a la Constitución y tomaron el poder por medio de la violencia. Dichos bienes despojados de sus titulares por un Estado dominado por usurpadores del poder, sin un juicio justo, y ningún tipo de garantías legales, al mejor estilo de las más bárbaras y primitivas civilizaciones. Aún así, me veo en la obligación moral de repetir algunos conceptos que quizás muchos ya descalifiquen por entenderlos comunes, o por descreer lisa y llanamente de los mismos. Estos conceptos que quiero resaltar son la idea de la supremacía de la democracia por sobre todos los actuales sistemas de organización del gobierno y del poder conocidos. No hablo en términos absolutos, pues sería iluso declamar que no existirá nunca en el futuro ningún sistema mejor, y que definitivamente no existen dudas que como toda construcción del intelecto humano, es perfectible.


En otras palabras y para expresarlos en términos de un “pesimista” se podría decir que sin lugar a discusión el régimen democrático-republicano es el “menos malo” conocido hasta el momento. De todos los sistemas que han sido teorizados y experimentados, es éste el que permite una mayor reducción de daños, un mayor control de aquellos que detentan el poder y el que otorga mejores mecanismos para corregir desbordes de poder.

Muchos dicen que descreen de la democracia presentando como prueba contundente la sucesión de fracasos y desencuentros sufridos por nuestro pueblo desde el retorno de la misma: corrupción, devaluación, hiperinflación, jubilaciones miserables, crecimiento de la pobreza e indigencia, inseguridad, desempleo y muchas otras más. Pero a ellos les digo : sólo hagan el ejercicio mental de imaginar situaciones similares sin democracia, y fácilmente detectarán que hubiesen sido muchísimo peor. Asimismo, el origen la gran mayoría de esos males puede ser encontrado en una época de interrupción de la democracia. En efecto el crecimiento desmedido de la deuda externa, el cierre y destrucción de la industria nacional, una guerra contra una potencia occidental aliada histórica de los Estados Unidos, entre otras catástrofes fueron provocadas por la Dictadura.

Mas allá de todas las falencias, y de la desesperación que a veces es causada por un constante bombardeo mediático de malas noticias (que sin lugar a dudas no es culpa de los medios, porque la principal causa por las cuales los medios destacan las malas noticias y los desastres por sobre las buenas noticias es precisamente porque nosotros, los ciudadanos, el pueblo consume aquellas) es en la democracia el ámbito en el cual hemos pacifica y comunitariamente ensayado principios de soluciones a los problemas de los argentinos.

El conflicto del campo derivó en una mayor participación y un saludable recupero de funciones del Congreso Nacional: así como con el Voto no-positivo de Cobos se consagró una mayoría que hizo caer la resolución 125, también una mayoría parlamentaria que no fue sólo oficialista – ya que contó con el vital apoyo del socialismo- hizo caer el régimen de las AFJP, medida de gran trascendencia para la vida del país y quizás como la reforma más importante de las Administraciones Kirchner-Fernández de Kirchner. Y como ellas, otras medidas tales como los planes anti-crisis, la promoción de repatriación de capitales, etc., se fueron tratando -como corresponde- en el Parlamento y más allá que estemos de acuerdo o no con el resultado de las votaciones, el sólo hecho de ser tratados en el Congreso (evitando la mala tendencia que venían sentando distintos presidentes de utilizar decretos de necesidad y urgencia y/o decretos por delegación de facultades legislativas) implican un notable avance en lo institucional.

Con respecto a las sospechas de corrupción, no está demás remarcar que la corrupción no es un atributo exclusivo de gobiernos democráticos: depende de factores culturales, sociales y de los controles que existan, pero aún así es muchísimo menor en sociedades democráticas (sino creen mis palabras pueden consultar un mapa de la corrupción de Transparency International que demuestra claramente como los mayores índices de corrupción se verifican en regimenes comunistas, dictaduras, teocracias y otros regimenes totalitarios) En una sociedad democrática, se puede denunciar libremente, se puede hablar sin temor a una represión estatal y los ciudadanos tienen derecho a participar en la toma de decisiones. Todos estos elementos permiten que se fomente una cultura y tradición que va a tender hacia la trasparencia. La alternancia pacífica de quienes detentan el poder político es un elemento simple y sencillo, pero constituye la piedra basal para una sociedad libre y virtuosa, capaz de aprender de sus errores y avanzar en la depuración de sus vicios.

Sólo la democracia establece las bases para erradicar el gran flagelo de la corrupción ya que los ciclos de cambio de poder permiten que con mayor facilidad se investiguen y juzguen supuestas irregularidades de una administración, al alternarse quienes detentan el poder -ya que mientras una administración está en ejercicio es innegable su influencia sobre los ámbitos judiciales- (Esto seria impensable en una dictadura, una monarquía o un régimen de partido único como el Comunismo, en todos esos casos la impunidad sería infinitamente mayor, ya que las posibilidades de investigar y mucho menos juzgar actos irregulares cometidos por los gobernantes dependerían de un cambio violento de gobierno, la muerte inesperada de algún cabecilla, o el estado de ánimo del déspota)

Muchos dirán que hay quienes han sido corruptos y ahora están libres: a ellos debemos decirles que el único encargado de impartir justicia es el Poder Judicial. Cada ciudadano es libre de opinar y hacerse oír, pero no tiene capacidad para arrogarse funciones judiciales. Quizás el sistema Judicial tenga tiempos que no se ajustan a la velocidad de la sociedad de la información, y también seguramente muchas falencias, pero no podemos sobredimensionar el valor de las denuncias mediáticas y de meros rumores por sobre el veredicto de los jueces de la Nación. No digo que éstos sean infalibles, pero para que se erradique la corrupción de una vez por todas y para evitar que simplemente sean “cazas de brujas” cuyo efecto sea el de intercambiar unos corruptos por otros corruptos, deberemos dar total apoyo al sistema de Justicia en lo que de nosotros dependa. Debemos como ciudadanos interiorizarnos no sólo en los titulares de diarios y las noticias sino también en las diversas causas judiciales y en los pormenores del expediente, si es que vamos a emitir una opinión pública, pues no podremos razonablemente exigir justicia si partimos de hechos falsos, acusaciones sin fundamento o de una campaña de desprestigio.

Pillajes y excesos en aquellos que detentan el poder existieron siempre, pero sólo la democracia ofrece la garantía que la ambición de uno, algunos o muchos no se descarriará sin límites.

Es por ello también que todos debemos contribuir a reconstruir la confianza y el respeto hacia las fuerzas de seguridad. La Dictadura –a pesar que muchos parezcan desconocerlo- afortunadamente ya terminó : hoy las fuerzas de seguridad son del sistema democrático. No podemos seguir desconfiando del policía y sin prueba alguna mantener la sospecha genérica que todo policía es corrupto, ineficiente o que simplemente no le interesa cumplir su función. Cada uno de los ellos ejerce una función noble, respetable y hasta loable: está defendiendo la seguridad de todos nosotros, está “poniendo el pecho” para que nuestra vida, libertad y propiedad no sean injustamente dañadas o perturbadas. Es una locura “pagarles” con una actitud de sospecha y desconfianza. El actual recelo hacia ellos pervierte los roles básicos en la sociedad, destruyendo la imagen básica del bien contra el mal, y con ello incrementa la confusión que hará crecer aún más la corrupción.

Lo mismo puede decirse de las fuerzas armadas. Nuestros militares hoy cumplen el honorable y patriótico rol de defender nuestra Nación, y por ello les debemos el respeto y orgullo. La defensa es un rol básico en todo Estado soberano y si bien no debemos olvidar nunca los crímenes cometidos por un grupo de individuos descarriados que tomaron el poder por las armas –obviamente sin eludir responsabilidad de los sectores civiles que también apoyaron el pillaje a las instituciones-, tampoco debemos hacer hincapié siempre en la parte más nefasta de su historia, sino también celebrar y admirar la gloria de patriotas que defendieron nuestra Nación, lucharon por nuestra independencia, defendieron la integridad del territorio en Malvinas (si bien no estoy de acuerdo en el hecho de declarar esa guerra, que fue un error terrible, nunca podemos dejar de reverenciar a nuestros héroes que han dado su vida por la patria)

Es por todo esto que creo, que debemos celebrar la democracia, con alegría pero también con la convicción de su conveniencia y con un firme compromiso de aportar nuestro “granito de arena” para mejorarla y hacerla más plena. Debemos comprometernos por profundizar el respeto, la tolerancia, el trabajo en conjunto en miras del bien de todos. Debemos aprender a honrar las instituciones y la investidura de quienes cumplen funciones, con respeto y con decoro, ya que el vituperio y el insulto en nada contribuyen a solucionar los problemas sino al contrario, operan como una retroalimentación de los mismos. Respetar a la Presidencia y Gobernadores, a los Honorables Legisladores, los Jueces de la Nación, los funcionarios de las Fuerzas Armadas, policiales y de seguridad. Debemos acostumbrarnos al otro, al diferente, a la opinión en contrario, en disidencia, sin tildar a nadie de traidor, corrupto, peroncho, sindicalista, cabecita, oligarca, negro, villero, y todos esos horribles calificativos que son tan usuales para utilizamos los argentinos para descalificarnos entre nosotros.

Por todo ello, queridos amigos quiero concluir esta fuerte defensa de la democracia con un mensaje de esperanza y de paz, señalando que la acción persuasiva, perseverante y paciente es la que ayudará a cambiar definitivamente los vicios que asolan a nuestro país, y que por ello mismo la acción violenta, unilateral e irreflexiva sólo los incrementarán. En consecuencia, y en honor a la virtud cívica democrática que tenemos construir entre todos, me permito pedir humildemente a los Asambleístas de Gualeguaychú que depongan la actitud antidemocrática, violenta e ilegal de bloquear las vías normales de comunicación de nuestra querida Nación. El corte de ruta es violento, irracional y perjudica a quienes menos culpa tienen en dicha situación, a los más débiles. Es hora de tomar una actitud mas seria, más madura y más democrática. Cada corte de ruta es un error impagable y una mancha en nuestra vida y tradición democrática. Cada corte de ruta -lo haga quien lo haga- es una verguënza, pues es un fiel testigo que la violencia ha prevalecido sobre el diálogo, sobre las formas pacíficas y democráticas de resolver las cuestiones.