“… Cuando la conducta de una persona no afecta más que a sus propios intereses, o a los demás en cuanto que ellos lo quieren (siempre que se trate de personas de edad madura y dotadas de una inteligencia común)… debería existir libertad completa, legal o social, de ejecutar una acción y de afrontar las consecuencias…”
John Stuart Mill , “Sobre la Libertad” (1859)Ayer el Senado de la Provincia de Buenos Aires aprobó el proyecto de ley que impone límites a la actividad nocturna en dicha jurisdicción. No caben dudas que el Gobernador Scioli –al igual que mayoría de los representantes que han votado a favor- han tenido buenas y loables intenciones al concebir y promover semejante legislación: combatir el consumo de drogas ilegales, el alcoholismo, la inseguridad, y muchos otros males que la noche depara. Sin embargo, dicha iniciativa entraña un aspecto más oscuro que la noche misma: la pérdida de una libertad individual.
Mientras tanto, otras Provincias de la Nación ya han adoptado o se aprestan para adoptar medidas similares, imitando el ejemplo bonaerense. La iniciativa es presentada como una panacea para numerosos flagelos, soslayando su raíz claramente restrictiva de derechos individuales.
Quizás la cultura del miedo que impera en estos tiempos sea causante de una especie de un adormecimiento en nuestra capacidad para reconocer éstos ataques a las libertades, y que por ello, nos cueste tanto reaccionar ante un lento pero firme deterioro del ámbito en el cual somos libres.
El mecanismo perverso de dicha cultura del miedo provoca que seamos los verdugos de nuestra propia libertad. Ante la sucesión de una interminable cantidad de hechos violentos, trágicos, terribles e impactantes, ensayamos sólo un tratamiento superficial y nunca un análisis en profundidad. Dicha imagen precede siempre al mensaje desgarrador de sufrimiento de las víctimas con quienes nos identificamos, y compartiendo el estado de alteración emocional propio de dichas tragedias, concluimos en el clamor desesperado por una solución definitiva e inmediata.
Ello se traduce en una petición generalizada de nuevas y más graves restricciones a las libertades. Violencia, muerte, alcoholismo, promiscuidad, consumo de drogas, y otra serie de males, parecieran ser capaces de generar en nuestra sociedad (de igual modo en gobernantes y ciudadanos) únicamente la pasividad de la sorpresa, el horror de lo inevitable, y la indignación ante la injusticia, pero muy pocas veces provoca respuestas activas, responsables y razonables.
Ciertamente éste esbozo de solución que sólo entraña una nueva batería de limitaciones, cercenamientos y prohibiciones sin distinciones, dista de ser una medida responsable o razonable. Como tantas otras veces, los argentinos adherimos a propuestas que lejos de atacar las causas de los problemas, se concentran en sus efectos. Peor aún, muchas veces la verdadera intencionalidad subyacente no es la búsqueda de influir sobre el problema en sí, sino en la opinión pública en relación al mismo, intentando deliberadamente causar “golpes mediáticos” que simulen diligencia y eficacia.
El objetivo de ésta breve exposición no es justificar el descontrol, ni mucho menos cualquier tipo de delito o contravención, sino tan sólo poner en evidencia la pérdida de otra libertad más, sacrificada en virtud de una medida totalmente absurda y efectista que difícilmente tenga capacidad de modificar la realidad brindando soluciones reales.
Ello pues, no existe una sola razón por la cual a un individuo adulto, si así lo desea y a nadie perjudica con su accionar, pueda serle restringida su libertad de permanecer fuera de su casa hasta la hora que mejor considere. Del mismo modo, y siempre y cuando no se afecten derechos de terceros, será igualmente irrazonable y excesiva toda prohibición que altere la libertad de empresa del titular del establecimiento nocturno que desee ofrecer un servicio hasta la madrugada o incluso más allá.
Dificilmente pueda sostenerse que una diferencia horaria sea eficaz para impedir cuestiones tan graves como el uso de drogas ilícitas o el abuso generalizado del alcohol. También resulta ingenuo afirmar que la permanencia o salida anticipada del “boliche” vaya a detener la escalada de violencia. No existen dudas que dichos flagelos requieren una solución lo más rápida y eficiente posible, pero para ello deberá trabajarse sobre sus causas y no sobre aspectos tangenciales.
Sin dirigirse hacia la resolución de las causas, medidas como ésta implicarán restricciones en los derechos y en el disfrute de la libertad de quienes poco o nada tienen que ver con el problema. Así, quienes se desempeñen en turnos nocturnos -por ejemplo trabajadores y empresarios de la actividad gastronómica- o quienes simplemente tengan preferencia de salir tarde, serán privados gratuitamente de gozar del fruto de su trabajo como mejor lo consideren.
La vida democrática exige que los problemas se solucionen con mayor responsabilidad y no con mayor paternalismo e intervención estatal o social en nuestras libertades. La palabra "responsabilidad", es definida por el Diccionario de la Real Academia Española en su cuarta acepción como “…Capacidad existente en todo sujeto activo de derecho para reconocer y aceptar las consecuencias de un hecho realizado libremente…”. Constituye pues, una virtud inseparable que acompaña siempre al libre accionar.
Resulta sorprendente la similitud de dicha definición –que además surge del sentido común- con la sabiduría ínsita en la transcripción de John Stuart Mill al inicio de ésta reflexión, la cual establece una ligazón entre la noción de libertad y el “afrontar las consecuencias” de cada acto libre.
Los ciudadanos, familias, instituciones intermedias, y gobernantes debemos en conjunto procurar un esfuerzo para encontrar soluciones que permitan fomentar ejercicio de la libertad con responsabilidad, que impliquen “hacerse cargo de las consecuencias”. No sólo entre nosotros los adultos, sino también promoverlas entre la minoridad.
No es concebible que los argentinos al enfrentar una situación problemática optemos por establecer una nueva prohibición antes que por educar en libertad, que elijamos quitar a unos para repartir a otros, sin previamente proponernos generar mayor riqueza para todos. Pareciera que tenemos cierta debilidad hacia esquemas de negatividad, de prohibición, de paternalismo. Necesitamos recuperar la confianza en nosotros mismos y exigir más libertad sin eludir la responsabilidad que su ejercicio conlleva.
Ello implicará una actitud firme en defensa de nuestra libertad, y también una aceptación responsable de las consecuencias que acarrean nuestros actos libres. He aquí, quizás el aspecto más difícil. Libertad y responsabilidad se encuentran unidas por un vínculo sutil pero inseparable y si olvidamos ésta íntima relación entre ambas, nos seguiremos encontrando que seguiremos obrando del modo incoherente y contradictorio que nos caracteriza.
Las contradicciones que surgen de nuestra pasión por escindir la responsabilidad de la libertad las podemos encontrar en todo ámbito si analizamos con detenimiento nuestro comportamiento social. A modo de ejemplo; nos quejamos ante una suba de impuestos, pero a la vez exprimimos las arcas estatales exigiendo una cantidad inacabable de subsidios a los servicios públicos y combustibles; así también nos enfurecemos si una leyenda nos recuerda por ejemplo que el Gas domiciliario que consumimos está subvencionado por el Estado, olvidando también en dicho caso que si bien nos indigna la pobreza, no nos importa que el Estado nos subvencione dicho servicio mientras que los pobres lo pagan hasta tres veces más caro al comprar una garrafa. Nos escandalizamos cuando a nuestros hijos se les aplican sanciones o ante la existencia de un mínimo sistema disciplinario en los establecimientos educativos, mientras que al mismo tiempo exigimos al Estado que intervenga de modo paternalista tutelando el modo en el que se divierten, regulando incluso la hora de regreso al hogar. La lista de contradicciones que hemos llegado a protagonizar como ciudadanos es aún más extensa, pero en cada una de ellas encontramos un denominador común: la total falta de la responsabilidad por los actos propios.
Por ello, aún una cuestión que superficialmente luce tan banal como el establecimiento de límites en la noche, puede servir de disparador para remontarnos a las causas más profundas de algunos de los temas pendientes de nuestra sociedad.
Gracias a la falta de responsabilidad individual, y a la cultura del miedo que tanto nos apetece consumir, nos hemos encaminado por el sendero de la progresiva disminución de las libertades; un camino hacia una esclavitud moderna. Todavía estamos a tiempo de recuperar las riendas de nuestros destinos y retornar al sano ejercicio de una libertad responsable.
Por último, creo oportuno concluir recordando uno de los párrafos más bellos de nuestra Constitución Nacional : “… Las acciones privadas de los hombres que de ningún modo ofendan al orden y a la moral pública, ni perjudiquen a un tercero, están sólo reservadas a Dios, y exentas de la autoridad de los magistrados…” (art. 19.)
3 comentarios:
Yo creo que los derechos acaban donde empiezan los derechos de los demás. Es decir, si yo estoy "concluyendo" un ejercicio de un derecho (o sea haciéndolo en forma exagerada o pudiéndolo hacer de otra forma o en otro lugar) y otro está empezando a ejercitarlo (es decir, sin tener alternativa de hacerlo de otra forma o en otro lugar o no por lo menos de una manera razonablemente accesible o viable), entonces quien está concluyendo el ejercicio de un derecho debe ceder ante aquel que comienza a ejercerlo. Por eso está mal cortar un camino para protestar, pues quien transita por ese camino no puede atravesar edificios o campos abiertos, mientras que uno puede protestar o llamar la atención de diversas maneras sin necesidad de coacción sobre la gente que comienza a ejercitar su derecho a transitar. En este caso, al margen de lo efectiva o no que sea la medida (ello dependerá también de la manera en que se la aplique) me parece que es un buen intento. Para divertirse uno puede hacerlo de 1 a 5 en vez de 3 a 8 sin mayores problemas, pero la gente que sale a trabajar a las 7 y se encuentra con personas borrachas no puede salir a trabajar a otra hora. Yo fui testigo una vez, volviendo de un boliche, de un enorme piedrazo que lanzó un grupo de jóvenes que salía de un boliche y que fue a dar a la cara de un chico que iba a trabajar en el mismo colectivo en el que yo volvía a mi casa después del boliche. Me generó una impotencia terrible.
Rafa. estoy de acuerdo con vos. pero vos mismo estas siendo autoritario en tu comentario. Vos decis "Para divertirse uno puede hacerlo de 1 a 5 en vez de 3 a 8 sin mayores problemas"
En esto, vos estas eligiendo que es lo mejor para otro basandote solamente en tu apreciacion personal.
Yo en ningun momento afirme o defendi la alteracion de derechos de otros. Siempre parto de la base que no se pueden alterar derechos de otros con el ejercicio de los propios. Lo que hizo ese chico que tiro la piedra es lisa y llanamente un delito, de lesiones dolosas. Y esta penado por el Codigo Penal. Que el Sistema no sea lo suficientemente eficaz para aplicarlo, es otro debate. Pero no toda la gente que se divierte hasta las 9 de la mañana (LA MAYORIA NO LO HACE) sale a dañar la vida, la salud o la propiedad de otros.. No hay que mezclar los conceptos.
pero la gente que sale a trabajar a las 7 y se encuentra con personas borrachas no puede salir a trabajar a otra hora
La verdad que muy certero lo que escribis, vivo en una provincia (tucuman) donde los "Boliches" terminan a las 4 AM,una locura. Querer solucionar un problema de fondo como la inseguridad, la venta de drogas y demas coartanto la libertad de los demas de esta manera, no creo sea la solucion, y pongo entre comillas boliche porque bien dijiste, no solo se acaba la salida de los jovenes sino que tambien afecta los comercios, clara es la evidencia de que bajaron las ventas en bares y demas clubes nocturnos por el tope horario, que mejor manera de limitar la libertad??
De esta manera el Gobernador los acuesta a todos a las 4, evitanto tener que mejorar la policia, q es la institucion que deberia funcionar correctamente para evitar problemas a las salidas de las discos.
Lejos de ser una realidad, nadie se acuesta a ese horario, ya que los afters hacen de esto un NEGOCIO, claro esta que son lugares alejados y en donde abunda la inseguridad, y donde seguramente no aparecera el IPLA q es el encargado de controlar que todo termine a horario casualidad?? no creo.
Asi que vivimos en una sociedad donde los que creen tener el poder hacen lo que mejor y mas comodo les parece... Saludos.
Facundo Lopez
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