A fines de 2007, poco tiempo despúes de las elecciones presidenciales, la Dra. Elisa Carrió sorprendió a la sociedad con uno de sus conocidos exabruptos al referirse al resultado de dichos comicios. En dicha oportunidad, la acérrima dirigente opositora había afirmado que las clases altas y medias (quienes acompañaron a su espacio con el voto) debían ser la "fuerza de rescate" de las mayorías (pobres) que habían sido decisivas para otorgar el triunfo a la lista de su contrincante (la hoy Presidente Cristina Fernandez), arguyendo que éstas mayorías habían votado en tal sentido por culpa de la ignorancia, la miseria y el clientelismo. Sin lugar a dudas, dicha opinión estaba cargada de resentimiento por la derrota, soberbia y falta de respeto hacia los electores.
Cuatro años más tarde, a pocas horas de la contundente victoria del partido Propuesta Republicana (liderado por Mauricio Macri) en la primera vuelta de las elecciones para Jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el artista rosarino Fito Paéz provocó revuelo en la escena político-mediática al desarrollar en una columna de un matutino capitalino exabruptos de idéntico tenor, incluso con mucho menos sutileza que la dirigente de la Coalición Cívica, agraviando directamente a los votantes del espacio liderado por el Ingeniero Macri.
El conocido músico afirmó haber sentido 'asco' por la mitad de los habitantes de la Ciudad Autónoma, motivando su sentimiento en el simple hecho que dicha mitad había votado por Macri. En otras palabras, lo que causó asco a Páez fue ni más ni menos que el libre ejercicio del derecho de los ciudadanos de elegir a sus gobernantes y representantes.
En 2007 consideré que las palabras de Carrió gravemente despectivas y cargadas de gran soberbia, constituían un claro ejemplo de una opinión con efectos destructivos al régimen democrático y respetuoso al Estado de Derecho que debíamos entre todos construír.
Hoy, las mismas objeciones podemos efectuar ante las poco felices frases de Páez y otros referentes que se expresaron en idéntico sentido. Criticar o desmerecer al elector resulta un craso error en la construcción de una sociedad abierta y pluralista.
En 2007, los epítetos de Carrió podían ser encuadrados dentro de una corriente de ideas puramente local denominada "gorilismo". Más allá de la imprecisión de la denominación, podemos caracterizarla como aquella posición política definida por un categórico y emocional rechazo al movimiento peronista. Quizás tal sentir se generó por la resistencia a algunas de las medidas de gobierno del General Juan Domingo Perón, el cual si bien fue democráticamente elegido, había adoptado algunas prácticas con tintes de autoritarismo, tal vez influenciadas por el fascismo italiano. Sin embargo, de alguna manera, la reacción fue mucho peor: el anti-peronismo desarrolló y engendró una ideología de corte racista, discriminatoria y reaccionaria, construída en torno al odio hacia el "peronismo" conformado por quienes calificó de modo peyorativo como "negros" o "cabecitas negras". Dentro de este grupo se comprendía en gran medida a las personas que migraron en la década del 1930 desde el campo a las grandes ciudades y se incorporaron como obreros industriales.
El "gorilismo" de entonces hizo gala de su superioridad para denigrar y denostar al voto popular, al voto del cabecita: para ellos sólo era válido el voto de las clases medias y altas urbanas, de las metrópolis cultas e instruidas, mientras que el voto de las provincias, de las zonas populares, de quienes no tuvieron igual oportunidad de instruirse o cultivarse, de las clases trabajadoras del conurbano bonaerense, etc., no era representativo ni digno de respeto, ya que por su propia miseria, "no sabían elegir a sus gobernantes".
Quizás por esas cuestiones paradójicas de la historia nos encontramos hoy ante el surgimiento de un nuevo tipo de "gorilismo": el gorilismo de izquierdas. Ahora ya no anti-peronista, sino anti-"derecha", como si la derecha no fuera una opción válida, necesaria para la pluralidad y apertura que exige la vida en democracia. Es decir, ahora Fito denosta y deningra a quienes no votan como él, acusándolos de derechistas, egoístas, cerrados en sí mismos, y demás tipo de agravios que poco aportan a mayores niveles de convivencia y conciencia democráticas. Para decirlo de otra manera, su opinión demuestra que es intolerante con quienes no comparten su forma de pensar y sentir.
El peligro del "gorilismo" (de ambos sentidos) radica en su ataque al corazón mismo de un concepto clave y verdadero pilar sistema democrático y plural: la soberanía de la voluntad popular. En este sentido, nuestra historia nos ha demostrado que el veto al voto de las mayorías de "cabecitas negras" derivó en la proscripción del partido justicialista, mutilando la representación política de millones de Argentinos, lo cual a su vez generó enormes tensiones y a la postre, violencia.
El voto del ciudadano de Ciudad Autónoma vale tanto como el de su compatriota del conurbano profundo, aquel de las provincias más alejadas y como el de quien reside en nuestra ciudad de Rosario. Por tanto, hay que cortar con la soberbia de criticar al elector. La mayoría de los ciudadanos porteños que Paéz critica ha ejercido en buena ley su derecho de voto, apoyando a Mauricio Macri, quien representa una opción plausible de ser ubicada como derecha democrática dentro del espectro político y que debe dejar de ser una 'mala palabra' en el imaginario de algunos. Cabe recordar que la "derecha" gobierna ni más ni menos que países como Dinamarca, Reino Unido, la República de Francia, Alemania, Países Bajos y Suecia, todos ellos altamente democráticos y que lucen una excelente performance en materia de respeto a los DDHH. En contraste, la "izquierda" gobierna de modo despótico y totalitario a la hermana República de Cuba.
Respetando el derecho ajeno es como más contribuimos a reafirmar el propio. No será posible continuar con el camino de construcción de una sociedad democrática y respetuosa de los Derechos Humanos, si antes no abandonamos la pésima práctica de descalificar o desmerecer al otro. Las elecciones del pasado Domingo en Ciudad Autónoma se han desarrollado de manera transparente, libre y en el contexto de una normalidad institucional: ello es suficiente motivo para renovar nuestra confianza en esta forma tan maravillosa de vida que es la Democracia republicana.
Patricio E. Gazze