El liberalismo, al menos en
nuestro país, ha perdido su 'paraíso': queriendo significar con esto que ha
desaparecido su utopía, su encanto, su riqueza intrínseca de valores que
motivan a adherir a esta importantísima línea de pensamiento. Atestigua ello, el
hecho que gran cantidad de nuestra población encuentra al término con una
connotación negativa, identificándolo con una tendencia política
anti-'nacional', anti-'social' y anti-'humana'. Podríamos coincidir que en
cierta forma es anti-social, entendiendo que parte de una concepción filosófica
que pone el énfasis en el individuo particular antes que en la sociedad como
totalidad de la que el individuo participa. También podríamos reconocer que es
anti-nacional pero sólo en el sentido que tiene vocación de apertura,
internacionalismo y brega por una libertad irrestricta de circulación de bienes
y de personas (de personas sí). Pero traicionaríamos los mismos principios del
liberalismo si pretendiéramos escindirlo de su carácter humanista. Y esto es en
definitiva lo que creo ha sucedido.
En efecto, en su nacimiento del
liberalismo enarboló las banderas de la libertad individual, de los derechos
civiles, de la tolerancia religiosa, de la igualdad de derechos, la abolición
de privilegios, elecciones libres, propiedad privada y un largo etcétera. Hoy,
el liberalismo es asociado a ciertos factores que incluso llegan a poner en
peligro aquellas antiguas banderas. Muchos de quienes hoy se reconocen como
liberales han olvidado el corazón duro de la doctrina liberal y lo han sustituido
por una ciega prédica de uno de los productos derivados del liberalismo: el
libre mercado. Esta obsesión por el libre mercado ha llevado a defender la
absurda idea de que es justificable -e incluso digno de admiración- un régimen
político totalitario siempre y cuando abrace una economía "de
mercado", y con ello resulta normal entablar relaciones comerciales
multimillonarias con la despótica y totalitaria República Popular China: un
régimen comunista. Claro, las elecciones libres, las libertades individuales,
derechos civiles, libertad religiosa, igualdad de derechos y todas esas
nimiedades parecen haberse convertido en nimiedades al lado de la única y
verdadera libertad: la libertad de mercado. El pretexto utilizado es que el
libre mercado irá introduciendo lentamente los valores de la libertad. A más de
20 años de la matanza de Tian' anmen, el régimen comunista de partido único
sigue tan sólido y férreo como en aquel entonces, sin libertades civiles,
fuerte censura en todos los medios de comunicación, incluso Internet y otra
serie de violaciones a los derechos básicos. La silla vacía en la ceremonia de
entrega del premio Nobel de la Paz
2010 al disidente Chino Liu Xiabo -confinado en una prisión de su país- es una
imagen que ilustra el "avance" de la libertad en el suelo del gigante
asiático.
Un verdadero liberal jamás
defendería o haría la vista gorda ante la esclavitud, puesto que el núcleo duro
del liberalismo predica la libertad de todos los seres humanos. Más a
muchos liberales les importa un bledo el outsourcing a países en los
cuales la gente trabaja en condiciones de semi-esclavitud o esclavitud plena.
Como si fueran poco estos
ejemplos de verdadera "prostitución" que ha sufrido término
liberalismo, usurpado por gente con nula preocupación por la libertad del
individuo particular (punto de partida de toda la doctrina) es alarmante la
incoherencia de lo que ha sucedido en nuestro propio país. En efecto, la República Argentina
ha visto cómo supuestos "liberales" apoyaron dictaduras violentas,
despóticas y corruptas que arruinaron la República y Estado de Derecho (y la economía),
avalaron la supresión de los derechos civiles y políticos y han mirado para
otro lado cuando tenían frente a sus narices aberrantes violaciones a los
Derechos Humanos. La historia nos demuestra que la economía de mercado y el
capitalismo sólo comenzaron a florecer en sociedades que iban incrementando su
libertad religiosa, política y civil, y no a la inversa.
Un verdadero liberal hubiera
puesto el grito en el cielo ante las dictaduras de Onganía, Levingston,
Lanusse, y que decir de las de Videla, Viola y Galtieri. Aquí muchos de ellos
se identificaron con ellos e incluso pertenecieron al funcionariado del
gobierno usurpado. Con razón a muchas personas el término
"liberalismo" les produce escalofríos... Por otra parte, la evolución
y el desarrollo de la doctrina de los Derechos Humanos es una construcción que
encuentra sus raíces en el liberalismo (John Locke, declaraciones de Independencia
Norteamericana y Declaración de Derechos del Hombre y el Ciudadano en Francia),
e importa una culminación de la progresiva apertura y avance del reconocimiento
de los derechos civiles. Pero en Argentina se ha forzado una interpretación tan
arbitraria que olvida los fuertes vínculos entre liberalismo y Derechos
Humanos, indicándose como "marxista"o "zurdo" a quien
milite en la defensa de éstos.
Este 'olvido' del liberalismo
político por los liberales argentinos (aferrados únicamente al aspecto económico)
ha provocado en gran medida la gigante pérdida de adhesiones y simpatías que lo
apartó de la ciudadanía. Incluso regaló a la izquierda luchas fundamentales y
propias del liberalismo como la ampliación de derechos civiles, igualdad de
derechos y defensa y lucha por los derechos humanos.
Por otra parte, éste
"falso liberalismo" se ensaña con la idea del Estado como algo malo,
como una estructura perversa que viola sistemáticamente los derechos y
potencialidades de las personas, mientras que esto sólo es correcto cuando se
trata de un estado totalitario y autoritario, y no cuando se trata de
repúblicas democráticas como las que -con sus bemoles- nuestros antepasados han
sabido conseguir en nuestro país, en la mayor parte de América y en casi la
totalidad de Europa. Es verdad que un sano liberalismo velará por la mayor
libertad y menor restricción en relación a la iniciativa privada y al libre
desarrollo de la industria e ingenio personales, pero nunca hay que olvidar el
norte: ello es así en razón que la propiedad privada de los medios de
producción deriva en una estructura pluralista de la economía: el
monopolio privado es tan nocivo como el monopolio estatal.
Esta idea del Estado-malo,
además de ser una mera distracción de lo fundamental de la doctrina, olvida
que, justamente el Estado Moderno surgió como consecuencia del liberalismo.
Nacido de manos de la burguesía liberal floreciente en aquellos países donde la
semilla de la libertad había comenzado a dar sus frutos, al Estado se le
encomendó la misión de brindar las seguridades de tránsito, de comercio,
personal, jurídica, y más tardíamente la llamada "seguridad social"
necesaria para evitar que las diferencias causadas por la propia dinámica del
sistema económico provocaran las condiciones para una revolución por parte de
aquellos sectores vulnerables.
Por otro lado esa postura
entraña una abstracción la realidad actual. Hoy, el Estado Liberal
(democrático, con sistemas de 'checks and
balances' y respetuoso de las libertades y derechos) tiene mínimo poder
comparado con las grandes corporaciones que cada vez invierten más energías y
esfuerzos en garantizar su hegemonía cercenando y destruyendo las mismas
condiciones que le dieron origen: la libre competencia y las libertades
civiles. Con el pretexto del liberalismo se pretende desmontar el propio
mecanismo de autoprotección que el liberalismo ideó, y sin el cual, caeríamos
en un corporativismo neo-feudal. Esta característica ya había sido advertida
por Duverger quien la explica de la siguiente manera: "... La
independencia del poder económico frente al poder político, en el régimen
liberal , no juega siempre en favor de la libertad de los ciudadanos... El
poder político depende de la elección y la representación popular; es, pues,
democrático. Frente a éste, el poder económico sigue siendo aristocrático...
pues se basa en la herencia, la cooptación, la conquista o el nombramiento por
los detentadores del capital..." (Duverger, Maurice
"Instituciones Políticas y Derechos Constitucional). Claramente, el Estado
Liberal ideado por los intelectuales de la iluminación funciona como garantía y
es el único que podrá asegurar la plenitud de las libertades que son pilares
fundamentales del sistema.
Por todo ello, hay que
recuperar el humanismo perdido del liberalismo y además destruir de una vez por
toda la nefasta alianza (altamente contradictoria) entre
"liberalismo" y "conservadurismo", tendencias políticas
como bien señalara el propio Hayek, nada tienen que ver. "... Lo típico
del conservador, según una y otra vez se ha hecho notar, es el temor a la
mutación, el miedo a lo nuevo simplemente por ser nuevo; la postura del
liberal, por el contrario, es abierta y confiada, atrayéndole todo lo qe sea
libre transformación y evolución..." (Hayek, Friedrich A. 'Principios
de un orden social liberal").
No soy partidario de permitir a
los usurpadores continuar en la ilegítima posesión de lo que no les
corresponde. Por ello, creo necesario que recuperar la bandera del liberalismo
con todo el brillo y el poder que sus valores tienen. En efecto, en gran parte
la sociedad abierta y moderna en la que vivimos es fruto de ese liberalismo
humanista, que tenía plena fe en las potencialidades y en las virtudes de cada
ser humano en particular. En esa creencia y convicción que cada ser humano es
creado igual al otro, y por ende debe tener iguales derechos, aboliéndose todos
los privilegios, posiciones abusivas y/o dominantes. Esa confianza en el futuro
y en el cambio, esa apertura al continuo mejoramiento y libertad de todo tipo
de opinión o idea, han sido fundamentales para el avance de nuestra especie.
Entendido el liberalismo de
éste modo, en su carácter originario, claramente humanista y preocupado por las
libertades individuales de cada ser humano para llevar adelante su proyecto de
vida, y despojado de toda la manipulación ulterior que lo ha colocado
peligrosamente cerca de su antítesis.
Tenemos que recuperar al
verdadero liberalismo, al menos quienes creemos en él de modo 'integral' y
'humanista' apegado a aquellos principios que lo han dotado de una fuerza
transformadora que logró hacer de la libertades civiles y públicas, el
pluralismo, la democracia y la igualdad de oportunidades una realidad en muchas
partes del globo a la par de terminar con el yugo de las corporaciones feudales
y liberar el potencial infinito de la imaginación, la libre iniciativa y la
genialidad humana. De nada nos servirá el mercado libre si no tenemos
ciudadanos y seres humanos verdaderamente libres.
Patricio E. Gazze